Dedicada desde hace 15 años al
desarrollo de diverso tipo de proyectos, en procura de resaltar diversos aspectos
de los valores y tradiciones culturales de Colombia,
entre las más recientes propuestas de mnr ediciones destaca Colombia,
cocina de regiones (2012) -que reunió a 10 expertos en la materia,
especialistas en Cocina, Antropología, Sociología e Historia-, a
lo largo del cual se hace un recorrido por los diversos sabores de nuestra
cocina.
“Este año nuestra novedad es De
fiesta por Colombia: nosotros descubrimos a César David Martínez y
tuvimos la oportunidad de ver el material que venía recopilando desde hacía dos
años con un esfuerzo enorme que lo llevó a recorrer todo el territorio”,
precisa María Lía Neira Restrepo, Directora General de la Editorial, quien
terminó enamorada del material fotográfico, e inmediatamente comenzó a soñar
con la posibilidad de hacer un libro que le rindiera un homenaje a las fiestas
populares, con una característica especial: trascender la propia fiesta.
''Lo que nosotros hicimos con este
libro es reflejar el alma viva de la fiesta y de cada una de estas
celebraciones con el fin de mostrar el trasfondo cultural que hay detrás de
toda fiesta'', explica la editora, para quien cada uno de estos festejos son un
reflejo de la diversidad de un país que celebra en torno a las más diversas
temáticas, tanto de origen religioso como pagano, a través de las cuales hay un
permanente mensaje de unión entre las diversas culturas y etnias que hacen
parte de nuestra identidad como colombianos.
''Nuestra intención era enviar un
mensaje a todos los colombianos, para que se dieran cuenta de que a pesar de
las dificultades cotidianas, hay unas tradiciones y valores de los que todos
debemos sentirnos orgullosos para poder difundirlas dentro y fuera del país'',
destaca, precisando que si bien no están todas las que son –Colombia es un país que cuenta con
alrededor de 700 fiestas a lo largo y ancho del país-, sí son todas las que
están.
''Adelantamos una curaduría con el
fin de encontrar aquellas fiestas y celebraciones que fueran más
representativas de las diversas regiones del país, a lo largo de un proceso que
contó con el permanente interés y acompañamiento del Ministerio de Cultura, tras considerar que se trataba de un
documento visual capaz de difundir lo que somos'', precisa María Lía, para quien la participación del Grupo de Patrimonio Inmaterial y en especial del Arquitecto Alberto Escovar, quien ha acompañado varias de las declaratorias de
Patrimonio de varias de las festividades que integran el libro, estuvo a cargo
de la redacción de los textos que integran el libro, junto a Luis Guillermo Restrepo –quien escribió
las introducciones a cada fiesta que está retratada en el libro-.
''El material fotográfico era de
tal calidad que valía la pena desarrollar unos textos que estuvieran a la
altura del conjunto del proyecto, con el fin de dieran cabal cuenta de lo que
somos'', sostiene María Lía, para quien
una de las principales apuestas de la Editorial que dirige es la demostrar que Colombia es un país maravilloso, en el
que todos los colombianos sean capaces de defender la esencia de su alegría y
todos sus valores, que a veces suelen caer en el olvido por cuenta de las
vicisitudes.
''Este es un libro digno de tener
en todas las casas colombianas para leer, para ver, repasar, explorar y conocer
lo que somos'', subraya la editora, insistiendo en que a pesar de las
dificultades de cada día, Colombia
es un país que puede llegar a ser mejor y dar cabida para todos. ''La fiesta
asociada exclusivamente a la parranda se la dejamos a otros'', enfatiza, para
luego llamar la atención sobre las Cuadrillas
de San Martín que se celebran en el Meta
año tras año; festividad de origen medieval con un carácter verdaderamente alucinante
gracias al colorido de jornadas ecuestres con caballos pintados, máscaras y
figuras alegóricas al tema de la muerte.
''Entender que todas estas fiestas
y celebraciones son producto de las diversas culturas, razas y migraciones que
llegaron a Colombia, reflejadas en una
enorme variedad de expresiones musicales, y particulares matices'', prosigue María Lía.
"Nosotros descubrimos a César David Martínez y tuvimos la oportunidad de ver el material que venía recopilando desde hacía dos años", comenta María Lía Neira Restrepo, Directora General de la Editorial. / Foto: Edward Lora, MinCultura - @edwardloram.
La intimidad de la fiesta
Egresado de la Facultad de Diseño Industrial de la Universidad
Nacional de Colombia, el fotógrafo César
David Martínez lleva cerca de 10 años recorriendo el país en procura de
capturar historias a través de su lente, a lo largo de una serie de extensas travesías
que lo han llevado a conocer cerca de 400 destinos. “Mi primera cámara fotográfica
profesional la tuve en 1994 y en 1996 gané un concurso de fotografía ecológica.
18 años más tarde, Martínez ha sido merecedor de otros 30
premios nacionales e internacionales de fotografía, entre los que destacan: Primer Premio en la Fotomaratón de Bogotá (2006); International Latino Book Awards, Nueva York (2010, 2011, 2012), y Premio del Concurso
de Fotografía del Carnaval de Barranquilla, 2012. Además he trabajado con Villegas Editores, Jardín Botánico José Celestino Mutis, Revista Semana y la Secretaría
de Ambiente.
“Los lineamientos que he seguido
a lo largo de mi carrera son la reportería gráfica, la fotografía documental y
de naturaleza”, explica César David,
cuyo principal interés con esta nueva obra ha sido contribuir a salvaguardar el
patrimonio cultural inmaterial que representa cada una de las fiestas, para el
país y sus diversas regiones.
¿Cómo surgió la idea de hacer este libro?
Hace cerca de tres años comencé a
recorrer el país con la idea de realizar una obra en torno al patrimonio cultural
inmaterial, con especial énfasis en los carnavales, ferias, fiestas y
celebraciones que se adelantan en el país; de las cuales recorrí alrededor de
25, para luego iniciar conversaciones con mnr ediciones, quienes siempre han
manifestado particular interés por mi trabajo, y terminaron haciendo realidad
el libro.
Como tenemos tantas regiones y
cada una de ellas tiene su propia identidad y tradición cultural que están
representadas en este tipo de ambientes, tuve la idea de capturar el alma y su
esencia a través de mi lente, porque cuando comencé a ver la riqueza pictórica
que hay en cada una de ellas –desfiles, comparsas y carrozas; disfraces,
vestidos y maquillaje-, me pareció que era un ambiente ideal para adelantar mi
trabajo, así que organicé un cronograma de trabajo, comencé a contactar a las
organizaciones a cargo de cada una de estas celebraciones y arrancamos.
¿Cuándo comenzó a trabajar en este proyecto?
Iniciamos con el Carnaval de Barranquilla 2012, año en
que también gané el concurso y que me motivó mucho más en seguir adelante con
un proyecto que necesariamente iba a tomar más de un año porque hay muchas
fiestas que se cruzan unas con otras: en la primera semana de enero está el Carnaval de Negros y Blancos de Pasto (Nariño), la Feria de
Manizales, y el Carnaval de Riosucio
(Caldas); o la celebración de la Semana Santa que se realiza en Mompox (Bolívar) o en Popayán (Cauca).
¿Qué tienen de particular las fotografías que hacen parte de De
fiesta por Colombia?
Este es el libro número 18 en el
que yo participo, de tal manera que la experiencia de trabajar en otros
proyectos me ha dado la posibilidad de aprender a ver las cosas de una manera
particular que me han llevado a tener mi propio estilo. Para este caso en
particular, decidí concentrarme en la parte humana de cada fiesta, y de las
diversas relaciones que asumen sus protagonistas, porque a lo largo de los 2 o
3 días que pueda durar la celebración las personas se transforman en lo que
siempre han querido ser a lo largo del año.
Llama la atención la presencia de las celebraciones correspondiente a
la Semana Santa que se realiza en Mompox o Popayán, puesto que no son fiestas. ¿Qué
lo llevó a incluirlas dentro del libro?
Uno de los enfoques del libro es
poder apreciar la riqueza cultural de Colombia
a través de su Patrimonio Inmaterial
–aspectos intangibles que están representados en sus diversas celebraciones,
ferias y fiestas-, de tal manera que aparte de Mompox y Popayán también
decidimos incluir las Fiestas de San
Francisco de Asís -o San Pacho-,
en Quibdó, por tratarse de celebraciones
de carácter religioso que tienen una tradición cultural muy arraigado dentro de
nuestra cultura.
Trabajo que implica una labor de corte periodístico e investigativo…
¡Por supuesto! Cada una de las
fiestas y carnavales en los que tuve la posibilidad de estar tienen su propia
logística y trabajo investigativo; dos meses antes de cada evento hay que
solicitar los correspondientes permisos, acreditarse, y comenzar a adelantar
una labor de corte académico con el fin de conocer en profundidad lo
principales elementos culturales que hacen parte de su esencia, para luego
identificar las particularidades que quería cubrir en el terreno.
¿Cuáles fueron los principales criterios que se tuvieron en cuenta a la hora de hacer la selección de las
celebraciones que se incluirían en el libro?
Cubrimos todas aquellas fiestas y
celebraciones que han sido declaradas Patrimonio
Cultural e Inmaterial: Semana Santa
de Popayán, Carnaval de Barranquilla,
Carnaval de Negros y Blancos de Pasto,
Fiestas de San Pacho en Quibdó; y otros más pequeños que aunque
no hace parte directa de la declaratoria están cobijados por ella, como el Carnaval de Fuego de Tumaco, o el Petronio Álvarez de Cali,
en el que están presentes las marimbas de chonta del Pacífico, declaradas Patrimonio
de la Humanidad por la UNESCO.
De igual manera tratamos de
abarcar las diversas regiones de nuestra geografía: los Llanos, la Costa Caribe,
la Costa Pacífica, la zona del Centro Andino. Neiva, Huila y Caquetá. Tratamos de incluir todo este
conjunto a través de algunas de sus fiestas más representativas, teniendo en
cuenta su importancia, a la par de dejar de lado cualquier tipo de
manifestación que incluyera cualquier tipo de maltrato animal.
¿Qué fiestas se le quedaron sin revelar?
En Colombia hay cerca de 700 fiestas, y hay cosas muy particulares que
aspiro poder registrar con mi cámara en los próximos años: el Reinado Mundial de la Piña que se
celebra en Lebrija (Santander), las Fiestas del Mar de Santa Marta
(Magdalena), o el San Pedro –nosotros lo cubrimos en Neiva (Huila), pero también se celebra en Tolima-. En Ginebra (Valle de Cauca), se celebra el Festival del Mono Núñez, y ese también
nos falta, porque en un libro de esta naturaleza resulta imposible abarcar
todas las fiestas: el Reinado de la
Panela (Villeta, Cundinamarca), o el de la Guabina, el Tiple y el Bocadillo (Vélez, Santander).
"Cada una de las fiestas y carnavales en los que tuve la posibilidad de estar tienen su propia logística y trabajo investigativo", comenta el fotógrafo César David Martínez. / Foto: Edward Lora, MinCultura - @edwardloram.
Carnavales y fiestas
Gabriel García Márquez retrató con absoluta maestría una conducta que
para los cachacos resulta paradójica: la melancolía del costeño. ¿Qué tanto se
percibe esta situación en los carnavales y fiestas de esa región y el resto del
país?
Luego de haber presenciado 25 de
estas celebraciones, puedo afirmar que el carnaval brinda la posibilidad de ser
esa otra persona que todos queremos ser: alguien que busca estar alegre y quiere
celebrar a través del canto o el baile y otras manifestaciones artísticas,
porque la fiesta nos da la posibilidad de exorcizar todas esas cosas negativas
que nos han ocurrido a lo largo del año, y más tratándose de un país como el
nuestro en el que nadie puede negar situaciones como la pobreza o la violencia.
Y de alguna manera, la fiesta y
el carnaval nos brindan la posibilidad de revelarnos y hasta de burlarnos de
nuestras propias tragedias. Y en la costa, por ejemplo, uno ve una serie de
proyectos quiméricos que la gente solo puede llevar a cabo en estos escenarios,
porque en la práctica no serían posibles. Así es que esa melancolía del costeño,
y por extensión del colombiano, se transforma a la hora de la fiesta.
Algunas de las poblaciones en las que tienen lugar estas celebraciones tuvieron
un trasfondo marcado por la violencia. ¿En que forman ha contribuido la fiesta
a superar este pasado tan doloroso?
Muchas de las zonas que visitamos
fueron azotadas por la violencia, pero por ejemplo en el Carnaval del Fuego que se celebra en Tumaco, algunas personas se disfrazan de los distintos actores de
esa situación de conflicto haciendo burla de ellos, quizá como una forma de
rechazar cualquier tipo de acción vinculada a la guerra.
Salen también comparsas que
suelen recordar la época de la esclavitud, en las que las comunidades
afrocolombianas vuelven a asumir un papel de esclavos y se recuerda esa discriminación racial tan
fuerte que hubo.
Las Fiestas de San Pacho, en Quibdó
(Chocó) son unas de las más largas
que se celebran en el país –duran 15 días- y uno puede ver una serie de
carrozas que tienen mensajes y dioramas con un carácter muy crítico respecto a
la situación de violencia o la corrupción que se presenta en la región.
¿Alguna de estas celebraciones que haya llamado particularmente su
atención?
Pese a que nuestro carnaval más
conocido, incluso en el exterior, es el Carnaval
de Barranquilla, a mí me llamó mucho la atención el desfile de las carrozas
que se celebra en el marco del Carnaval
de Negros y Blancos que se realiza en Pasto,
porque es la máxima expresión de nuestra identidad como colombianos que puede
ver en todo el país, por la forma en que los maestros artesanos tardan hasta
seis meses en su diseño y elaboración.
Cuando estas carrozas salen a la
calle la ciudad queda paralizada, y si uno se hace en un lugar que le permita
tener una panorámica del entorno se podrá dar cuenta de un desfile que
pareciera no tener fin, en el que hay entre 60 o 80 de estas creaciones
magnificas que son un reto a la imaginación, porque pese a que se trata de
auténticas artesanías de tamaño descomunal, la mayoría de ellas están concebidas para durar hasta ese día y
luego ser destruidas.
¿Alguna particularidad cultural que recuerde?
Durante el Festival de la Cultura Wayúu, tuve la oportunidad de ir a una
ranchería donde presencié la forma en que un Palabrero ya mayor preparaba a su nieta –una princesa del clan, o majayut- que haría parte del Reinado Majayut; único certamen en su
tipo en el que la reina no se elige en virtud a su belleza física sino a los
conocimientos que tenga de su cultura.