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2013-09-27

Bibliotecaria del Buen Pastor vuela gracias a la lectura

 
María Lucía Rojas, bibliotecaria del buen Pastor. Foto: Milton Ramírez
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 Nieta de un librero y criada en un ambiente académico habituado a la lectura, María Lucía Rojas es la orgullosa persona a cargo de la Biblioteca del Buen Pastor, gracias al empeño que ha puesto el Ministerio de Cultura en programas como Fugas de tinta.

Por Juan Carlos Millán
 
Titánica labor que ayudó a organizar y sacar adelante gracias al respaldo y apoyo de la dragoneante Rosalba, quien le ofreció vincularse como voluntaria a los cuatro meses de hacer su ingreso en el centro de reclusión para cumplir una condena por tráfico de drogas, a lo largo de jornadas que van desde las 8:30 de la mañana a 4:00 de la tarde. “Al medio día uno almuerza pero yo generalmente me quedo acá”.
 
Inmersa en el consumo de todo tipo de drogas a lo largo de 20 años, María Lucía no tardó en terminar vendiendo marihuana en la calle, adicción que solo pudo dejar una vez comenzó a hacer parte del programa de redención de pena gracias a su trabajo en la biblioteca. “Mucha gente dice que la cárcel le destruye a uno la vida, pero la verdad es que para mí este ‘cañazo’ es lo mejor que me ha pasado porque yo vivía para soplar”, revela.
 
De eso hace ya 34 meses. En diciembre de 2010, María Lucía se encontró con un desorden tan grande que la condujo a proponerle a otra compañera, hoy en libertad, que trabajaran juntas. “Había libros dañados, con ácaros y humedecidos que terminamos botando para luego dividirnos y comenzar a organizar la biblioteca de una manera que al principio la verdad es que sí era muy empírica”, recuerda tras destacar que aunque inicialmente se les dio un plazo de tres meses para adelantar el trabajo, la labor ha sido tan dispendiosa que todavía no termina.
 
Pese a sus conocimientos en materia literaria, organizar una biblioteca requería de una formación adicional que terminó recibiendo gracias a la labor desarrollada por la promotora de lectura de la Biblioteca Virgilio Barco, quien les ofreció un pequeño taller para que pudieran clasificar las diferentes colecciones disponibles, a partir de un criterio de acuerdo con el cual los textos se clasifican entre Literatura Universal; Literatura Hispanoamericana; Lengua Extranjera; Religión, Nueva Era y Esoterismo; Superación; Economía y Administración; Ciencia Política; Ciencia y Tecnología; Lingüística y Literatura; Sociología; Drogas; Psicología; Mujer.
 
“La verdad es que hay muchas cosas y ha sido un trabajo bastante dispendioso”, puntualiza insistiendo en que cada vez que su tarea pareciera estar concluida llega una nueva donación que la hace reanudar el arduo trabajo de clasificar cada ejemplar, además de hacer su ingreso en la base de datos e inventario digital con que cuenta la biblioteca, cuyo número total de ejemplares disponibles ronda los 12.000 volúmenes.
 
”Todo esto ya está listo y solo me falta rotularlo, aunque los libros de Derecho si me toca reacomodarlos porque a pesar de que una abogada me hizo el favor de colaborarme, el otro día me puse a ver y siempre hay todavía algunos errores”, comenta la novel bibliotecaria quien además se ha encargado de inculcar ese mismo amor por los libros a su hijo de 18 años.
 
“El sistema de bibliotecas funciona de dos maneras: la primera es el préstamo acá en la Biblioteca Central entre 8:30  y 11:00 de la mañana y de 2:00 a 4:00 de la tarde, y la otra opción es llevar las carpetas a los patios cada 15 días con el catálogo de libros disponibles para que las internas escojan qué quieren leer a través de un préstamo por 15 días que se puede renovar una vez”, explica.
 
“Libro al patio es un programa para aquellas internas que no pueden salir de sus patios ni tienen descuento de pena y deben permanecer en el pabellón”, precisa la dragoneante Rosalba a cargo de liderar el programa de renovación de la biblioteca, y una experiencia de 22 años como guardia de prisiones, para destacar que si la interna termina de leer el libro en ocho días se le da un permiso especial para salir y cambiarlo por otro de su elección. “Una buena lectora llega a solicitar hasta cinco libros cada mes”.
 
“Fugas de tinta es un programa muy bueno porque les permite a las internas construir desde sus propias realidades y hacer de esta experiencia un ejercicio de libertad, en la medida que a partir del proceso de lectura y escritura dejan volar su imaginación”, explica la dragoneante a la par de hacer especial énfasis en las innegables ventajas de la iniciativa liderada por el Ministerio de Cultura.
 
“Las personas que se acercan a la biblioteca y empiezan a leer y a escribir comienzan a pensar diferente, además de considerar la posibilidad de darle un vuelco a sus vidas”, destaca.
 
Más bibliotecas, menos prisiones
 
Poesía y superación personal; novela romántica y de horros, esoterismo y nueva era, así como historias relacionadas con el bajo mundo y la mafia se encuentran entre los temas más atractivos y solicitados por las internas, entre quienes a pesar de destacarse también el gusto por clásicos como el Conde de Montecristo se  enfrentan al problema de que por el momento solo cuenten con la primera parte para ser consultada.
 
“Yo me vi la película con Gerard Depardieu y la verdad me gustó mucho; todavía no leo la novela porque la verdad es que leerse un libro incompleto si qué pereza”.
 
Amante de la novela histórica y con un gusto particular por Katherine Kustova o Claudia Casanova, la empírica bibliotecaria no oculta su gusto por las novelas de Arturo Pérez Reverte, así como por otros autores cuyos libros recomienda a sus compañeras de reclusión, entre quienes ha logrado poner de moda más de un título.
 
“Les gusta mucho temas relacionados con narcotráfico y delincuencia; leen mucho ‘No nacimos pa’ semilla’; otro sobre la historia del cartel de Medellín, ‘Rosario Tijeras’, ‘Satanás’”, comenta María Lucía, además de destacar el que también se eche de menos un libro escrito por un indígena estadounidense cuya temática está relacionada a su vida en la cárcel que tampoco se encuentra disponible por su frecuente uso.
 
“Hay muchos libros que no se devuelven o terminan desbaratados y toca dar de baja en tres meses porque la verdad a veces resulta muy complicado controlar el flujo y poder preservarlos del deterioro. Por eso recibo también donaciones de películas y me gustaría también contar con más estanterías”, enfatiza soñando con el día en que en vez de construir nuevos pabellones se comience a pensar más bien en ampliar las bibliotecas de todas las cárceles y prisiones.
 
Curioso ejemplo de esta circunstancia es el hecho de que por ejemplo la cuarta versión de “Fugas de tinta” tan solo pudiera estar disponible mes y medio gracias a la masiva identificación que encontraron buena parte de las internas con los relatos y poemas que estaban allí consignados, haciendo que la labor de la bibliotecaria haga prácticamente imposible que se integre al programa de “Libertad bajo palabra” liderado por el Ministerio de Cultura.
 
“¿Le digo la verdad? A mí no me queda tiempo de escribir aunque me encanta y me gustaría mucho hacerlo”, manifiesta María Lucía, para quien uno de los personajes históricos que más llaman su atención es el de Lucrecia Borgia, Isabel la Católica o Bernardo de Caravagio, de tal manera que una vez concluya su reclusión le gustaría adelantar estudios de Historia, aunque tampoco descartaría la posibilidad de profesionalizar su formación como bibliotecóloga empírica.
 
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