Por
Juan Carlos Millán
Guzmán
Grupo de Divulgación y
Prensa
Ministerio de Cultura
“¡Mijo,
oiga este poema de Rubén Darío: cabecita esquiva / cabecita loca /
eres roca viva / pero en esa roca / plantaré un jardín de suave fragancia / Si
la tierra es poca / Mucha es mi constancia, mi perseverancia (…)”, evoca el
poeta, quien heredó de su madre el gusto por la poesía y sobre todo por Neruda.
“En
alguna oportunidad Pablo Neruda llegó al puerto de Buenaventura
y como mamá recitaba sus poemas y lloraba, gracias a que mi padre trabajaba
como proveedor de la Aduana, ella logró subir al barco, conocerlo y tener la
firma en una agenda que tenía ella junto a la de otras personalidades”,
recuerda el poeta, quien resultó el único entre sus hermanos que heredó esa
auténtica pasión por la poesía.
“Cada
vez que mi hermano me presenta con alguien le dice a manera de broma: yo soy el
que trabaja, les presento a mi hermano el poeta; de manera que cada vez que reflexiono
sobre el chiste me digo que escribir no es fácil, además de ser un oficio igual
al resto pero que contrario a muchos otros, uno hace por gusto”, explica Titocé,
quien no deja de soñar con la idea de escribir algún día un libro de cuentos en
verso.
Leer en Voz Alta
¿Cómo
nació su interés por la literatura?
Estoy
absolutamente convencido de que siempre debe haber alguien que lo inicie, y al
igual que la propuesta del Ministerio de Cultura para que los padres lean en
voz alta con sus hijos, a mi madre –Carmen López de Mosquera- le
fascinaba la poesía y yo no puedo olvidar que alguna vez me regaló un libro de
pasta azul llamado Los titanes de la poesía universal; de
tal manera que siempre me leía a Rubén Darío, a Lorca,
a Amado Nervo o a Gustavo Adolfo Bécquer, así como
a otros grandes poetas de la Literatura Latinoamericana.
Creo
entonces que mis inicios como poeta fueron gracias a esas lecturas que hacía mi
madre en voz alta, porque desde entonces yo mismo también comencé a leer en voz
alta y a recitar de memoria mucho de esos poemas, de manera que hago lo mismo
con mis propios versos.
¿Qué
importancia tuvieron estas primeras lecturas en Voz Alta?
Estoy
convencido que la lectura en voz alta hace que el sistema auditivo capte con
mucha mayor efectividad el sentido de lo que está escrito, además de facilitar
el poder memorizar su contenido.
Yo
personalmente cuando tengo una lectura o una actividad de carácter académico me
voy al campo a leer en voz alta para memorizar mis trabajos y ejercitar la
modulación.
¿Qué
papel jugaron estas lecturas en su formación profesional?
Yo
le debo todo a esas primeras lecturas, porque gracias a su lectura en Voz Alta
adquirí una metodología y una forma de encarar el resto de la vida que quizá
son responsables también de mi manera de ser ajena a cualquier expresión de
violencia.
¿Cómo
llega a tener conocimiento de otras obras y poetas?
Bueno,
la verdad es que no lo podría decir porque eso no llega ni se planea; eso está
adentro de uno y se va desarrollando de una manera paulatina, de tal manera que
uno no suele darse cuenta de la manera en que se van operando estos cambios.
Sin
embargo, le puedo decir que tengo tres maestros: Walt Whitman –cuya
obra conocí gracias al maestro Orlando Restrepo Jaramillo-, Miguel
Hernández y Pablo Neruda, a quien como he dicho conozco de
toda la vida y solía recitar en las reuniones familiares de memoria.
¿Por
qué diría usted que se perdió esa tradición de recitar poemas tan marcada en
otras épocas?
Quisiera
estar equivocado, pero creo que es una situación que obedece al avance de la
civilización: vamos extremadamente rápido y ya no hay tiempo para nada;
yo por ejemplo tuve una niñez en la que acostumbraba jugar con pelota de trapo,
sumbo, trompo y bolas; pasatiempos que han sufrido un proceso de degradación,
junto al hecho de que los grandes poetas ya no se estudian ni se leen.
Yo
siempre fui el Presidente del Centro Literario y como cada vez
al mes se hacía la izada de bandera, organizaba el programa y recitaba los
poemas alusivos a la bandera.
¿Dónde
está la magia de esos recitales?
Personalmente
considero que no está en el espectáculo como tal, y la verdad me da lo mismo
recitar en público que hacerlo en privado. Pese a saber que estoy ofreciendo un
espectáculo, no hay placer que se compare a transmitir todas estas emociones a
través de mi corporalidad. Allí es donde radica la magia.
¿De
quién heredó esa habilidad?
Cuando
mi mamá estudiaba ella también era la encargada de organizar las obras de
teatro y zarzuelas, porque aunque no cantaba le gustaba mucho actuar; y aunque
yo nunca vi ninguna de esas funciones si puede gozar de esas dotes histriónicas
en la casa.
¿Cómo
convencer al gran público de volver a hacer de la poesía parte de su vida
cotidiana?
Yo
fui promotor cultural del Departamento del Cauca y cada vez
que organizaba alguna actividad tenía que gastar hasta los tintos que consumían
los artistas, y además considero que la tarea debería ser la de buscar
descentralizar las actividades culturales de los cascos urbanos.
Si
no se realizan esas tareas de difusión por parte de las autoridades locales
resulta muy difícil que las nuevas generaciones conozcan mucho más
de Guillermo Valencia, Rafael Maya o Julio
Flórez, por no citar al resto de extraordinarios poetas que hay en Latinoamérica.
Hoy
todo va demasiado rápido, y los docentes muchas veces se quejan de no poder
desarrollar este tipo de actividades, que usualmente requieren mucho más
tiempo. De ahí la importancia del programa que está desarrollando el Ministerio
de Cultura sobre Lectura en Voz Alta.
Enseñar
a leer
Una
de sus facetas es la de haberse desempeñado como profesor, ¿Cómo ha sido la
tarea de incentivar en muchos de ellos el gusto por la literatura?
Yo
me desempeñaba como profesor de Artes Industriales y cuando el profesor
principal de áreas como Matemáticas, Física o Química
debía ausentarse, yo era la persona a cargo de los cursos; de tal manera que
como muchos de los estudiantes sabían de mi gusto por la poesía solíamos
realizar una serie de jornadas de lectura en estos espacios.
Yo
siempre cargaba conmigo algunos libros y cada vez que tenía la oportunidad les
leía algunos poemas y absolvía sus posibles dudas. A muchos les gustaba e
incluso declamaban sus propios versos y unos pocos cerraban los ojos y quedaban
dormidos sobre sus pupitres. En otra oportunidad fui junto a otros dos poetas a
una cárcel, y a los detenidos les encantó el espectáculo.
¿Qué
razones diría usted que lo llevaron a hacerse poeta?
No
es tan sencillo, porque se trata de una decisión totalmente inconsciente en la
medida que uno está imbuido en una ola que va creciendo y tomando forma cada
día. De manera que aunque no recuerdo un día en que tomara la determinación de
ser poeta creo haberlo sido desde siempre: muchas veces me sacaron de clase
porque no las atendía y terminaba escribiendo versos.
¿Cómo
es eso de sentarse a escribir poemas?
Pablo
Neruda decía que se
sentaba a trabajar, porque para escribir poesía también se requiere de una
metodología, y trayendo a la memoria una frase del poeta Felipe García
Quintero puedo decir que si uno no trabaja, no se puede esperar jamás que
se le aparezca a uno el Espíritu Santo o las musas. Escribo a mano y
jamás he escrito uno poema en Word.
¿Cómo
se gana la vida un poeta?
No,
pues te soy franco: no se la gana porque vivir de la poesía francamente resulta
una utopía. Yo siempre me desempeñé como funcionario público asalariado y con
los años aprendí a editar mis propios libros, de tal suerte que soy quien los
diagrama, compagina, arma y empasta.
¿Leyó
alguna vez con su hija?
Yo
le escribí una historia muy linda que se llama “Un cuento para Vanessa”, en el
que se hablaba de un sueño que soñaba con mi hija, y que termina cuando alguien
prende la luz de la habitación en la que estábamos.
De
tal manera que cada vez que la mamá le leía el cuento, mi hija solía quejarse
del pendejo que me había apagado la luz.
¿Consideró
la posibilidad de escribir literatura infantil?
Sí
lo he contemplado, pero estoy convencido de que hacer literatura para niños es
absolutamente difícil y complicado porque se trata de un género específico para
un público que quizá pueda ser uno de los más exigentes.
¿Qué
autores recomienda, entre los poetas que más llaman su atención, para leer a los
niños?
En
ningún momento se puede dejar a un lado un poeta como Rafael Pombo; y
cómo no nombrar a Jairo Aníbal Niño, junto a una auténtica pléyade de
autores de las nuevas generaciones que también están escribiendo cosas
maravillosas.
Yo
mismo he dedicado algunos versos para niños: Pedro pistolas y Juan escopeta /
Decidieron irse para la guerra / Montados en burro. / En burro de cuatro patas
que no sabía nada de la guerra / Ese fue el cuento de Pedro pistolas y de Juan
escopeta / Que creyeron que montaban en burro para llegar a la guerra / Pero
que en el parque solo era su caballo de madera / Ese es el cuento, mal contado,
de Pedro Pistolas y Juan escopeta.