Carmelo Torres creció entre ritmos y sones. Nació en Sucre en 1951 en una familia de músicos. Su padre, Elías Torres, era gaitero y lo inició en la música. La gaita no le apasionaba a Carmelo. Él desde joven se enamoró del acordeón, pero inició su camino musical por medio de la guacharaca, un instrumento más accesible y con cual tocaba música vallenata.
La familia, años después, tomó la decisión de mudarse a Plato, Magdalena, donde Carmelo transcurriría el resto de su infancia y juventud. Fue allá donde, a los 18 años, en una finca llamada Palestina, tomó por primera vez un acordeón y aprendió a tocar de forma autodidacta. De a poco, le fue sacando melodías al instrumento. En dos años, ya era acordeonero. Su primer recuerdo tocando en público se remonta a los años setenta, dos años después de aprender el instrumento. En Chivolo, Magdalena, había un carnaval que duraba cuatro días en el que él, por primera vez, se subiría al escenario. “Tenía muchos nervios, pero ahí salimos adelante. Tenía una agrupación integrada por mis hermanos y yo y un amigo. Se llamaba Los Diamantes de la Sabana. En ese momento llevaba tocando 2 años acordeón", menciona Torres. En el 75, Cristóbal Fernández, un amigo cercano, lo contactó para que se trasladara a San Jacinto y tocara allá junto a su agrupación.
El amor por la cumbia sabanera llegó de forma natural, el maestro Andrés Landero fue siempre su referente. Torres aprendió sus cumbias poco antes de llegar a San Jacinto, donde lo conocería personalmente y tocaría con él. “Él me invitaba a las parrandas y a las casetas. Yo iba y tocaba una tanda y le fui aprendiendo la cumbia. Ahí fue que despegué con la cumbia. Con ella sigo todavía", comenta.
La cumbia, para Torres, cuenta con características diferenciales respecto a otros géneros. La lleva en la sangre y representa, para él, el folclor colombiano ante el mundo. Posteriormente, Torres tocó junto a Julio de la Ossa durante cuatro años, “me enseñó mucho también en la cuestión de los paseos y pullas en acordeón", dice sobre esa experiencia. Junto a de la Ossa, Carmelo conoció a fondo la escena musical vallenata.
Carmelo Torres perteneció a Los Gaiteros de San Jacinto desde 1975 hasta el 2007. Junto a ellos, realizó distintas giras nacionales e internacionales. “Fue una experiencia inolvidable junto al maestro Nicolás Hernández, Toño García, los hermanos Lara. Soy amigo de todos los gaiteros". Junto a los Gaiteros, llevó el folclor colombiano a países como Italia, España, Bélgica, México y Panamá.
Al retirarse de la agrupación, en el 2008, Carmelo Torres formó Carmelo Torres y su conjunto, una agrupación centrada en la interpretación de cumbia sabanera. La creación del grupo fue el resultado de la experiencia acumulada con la que contaba y de la alianza junto a la Corporación Cultural Sonidos Enraizados, liderada por Lucía Ibáñez y Julián Sarmiento. De su mano, Carmelo Torres empezó a llevar sus cumbias también al exterior. Poco después cambió el nombre de la agrupación, que ahora se denomina Carmelo Torres y su cumbia sabanera. Junto a ella, Carmelo ha llevado la cumbia sabanera a más de 22 países. Ha recorrido Asia, América, Europa y Oceanía junto a su acordeón; para él, tocar para un público extranjero es sinónimo de difusión de la tradición colombiana.
“Donde quiera que hemos tocado, hemos gustado mucho. No importa el idioma del público, la gente baila, se prende y se llena el lugar. Las canciones que nunca faltan en mi repertorio son: tierra de poetas y amanezco bailando. Siempre las pide el público", dice Torres. La que más le gusta tocar, menciona, también en Tierra de poetas: “Yo no soy de San Jacinto, pero me casé y me radiqué aquí. Donde quiera que voy, represento esta tierra. No soy de acá, pero quiero a San Jacinto como si sí. Lo quiero con el corazón".
Para Carmelo, que fue ganador de la convocatoria Trayectorias del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes por sus aportes a la música nacional, es importante que los jóvenes sigan cultivando la música folclórica. El estilo landero de la cumbia sabanera es inconfundible y lo diferencia de otras variantes del género. La cumbia sabanera cuenta con una cadencia mucho más marcada respecto a la cumbia de Sincelejo o de Cereté. Mientras que en otras variantes la caja es la que va marcando el ritmo y la tumbadora llama al resto de instrumentos, en la cumbia sabanera la caja llama y la tumbadora se encarga de marcar la cadencia.
Entre 1988 y el 2000, con la muerte de Toño Fernández y Andrés Landeros, se dio una baja en la difusión de cumbia sabanera. En dicho momento, Torres, de la mano de Rodrigo Rodríguez y Humberto Montes, tuvieron la compleja labor de preservar y difundir el género, que se encontraba en declive. La mentoría y la enseñanza fue vital para su conservación. Como parte de dicha labor, Torres se ha dedicado a formar nuevas generaciones de acordeoneros. Cuenta ya con más de 200 alumnos. “Yo enseño a muchos niños y jóvenes a tocar. Dentro de poco viene una muchacha de México que se ganó una pasantía y me eligió a mí como maestro. He dado clase a muchas personas, muchos tocan no solo cumbia, sino también vallenato. La cumbia está evolucionando junto a los jóvenes. Siempre digo que la juventud debe conservar la esencia de la cumbia tradicional. Pueden vestirla, pero por dentro, es importante mantener sus raíces campesinas", dice.
Carmelo Torres es considerado un legado vivo de la música sabanera. Para él, esto implica una gran responsabilidad frente a la preservación y el cuidado de la tradición folclórica. Su mensaje para las generaciones por venir es claro: “luchen por esto. No dejen morir el folclor y la cumbia. Ese es nuestro ritmo madre, el que nos representa ante el mundo".