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‘Malta’, la nueva película colombiana que retrata los dolores de una familia desde el silencio

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El segundo largometraje de Natalia Santa tiene como protagonista a Mariana, interpretada por Estefanía Piñeres, una mujer que busca su lugar en el mundo.

25-07-2024
malta

Estefanía Piñeres y Emmanuel Restrepo, quien encarna a Gabriel.​​

Mariana camina sola por las calles oscuras de Bogotá. En sus audífonos, escucha tutoriales que le enseñan a hablar otras lenguas. En la pantalla de su computador, ve mapas virtuales que la transportan a otras tierras. En los bares, se conecta con extraños. Fugazmente. Por una sola noche.

Mariana, interpretada por Estefanía Piñeres, es la protagonista de la película colombiana Malta, escrita y dirigida por Natalia Santa, que se estrenó la semana pasada en la cartelera nacional.

En la historia, este personaje intenta no ahogarse en la cotidianidad, mientras establece una ruta de huida. La difícil relación con su madre, encarnada por Patricia Tamayo, ese padre y ese hermano ausentes y la aparición de Gabriel (Emmanuel Restrepo), un compañero de su clase de francés, marcan su día a día, que se despliega en pantalla con más silencios que palabras.

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La cámara sigue a Piñeres con paciencia y cercanía, una intimidad que de hecho estuvo muy presente en el proceso de grabación. “En el rodaje éramos muy poquitos, siempre había mucho silencio, creo que también eso ayudaba a la introspección de Estefanía. El cómo nos acercábamos nosotros a ella desde la propuesta de fotografía y cómo ella se acercaba a su personaje terminó contribuyendo para lo que se ve en pantalla", asegura Santa.

¿Cómo llegó a ese lenguaje de la película, en el que el diálogo verbal está un poco ausente, pero hay una presencia muy importante de las miradas y los gestos?

Eso ha estado en el guion desde siempre, incluso antes de escribirlo. El corazón del conflicto de esta familia es que no se habla de la ausencia del padre. Entonces, detrás, debajo o ​adentro están las cosas que no se pueden decir de manera directa, sobre todo entre la mamá y la hija, pero también la mamá que no confronta al hijo frente a su paternidad irresponsable y Mariana que no es capaz de confrontar a su padre. Lo que está ahí y no se dice es lo que ha creado la dinámica entre estos personajes y, por eso, siempre fueron importantes ese silencio y los momentos en los que se dicen cosas.

Esa fue una manera de relacionarse que estuvo muy presente en familias colombianas de generaciones anteriores. Esto de no hablar, de dejar cosas sin resolver…

Yo creo que sí, que habla sobre todo de las familias del altiplano cundiboyacense, del clima frío, de la cultura que está mucho más cercana a la cultura indígena, que son familias con una intimidad que se vive muy de puertas para adentro. No es el Caribe, no es la tierra caliente, no es la gente viviendo en las calles. Son ciudades o pueblos en donde se vive siempre para adentro y en donde se calla todo, se callan los sufrimientos individuales, sobre todo en las mujeres; se callan las heridas familiares, se callan los apuros económicos.

Todos los trapos sucios se lavan en casa y creo que eso habla, sobre todo, de una cultura de nuestras montañas frías de Cundinamarca y también de una incapacidad de verbalizar cosas que ahora podemos verbalizar, como lo que le sucede a la madre, una incapacidad para resolver lo que está sintiendo: el alcoholismo y la depresión. No nombrar las cosas también hace que no sea posible abrirse y compartirlo.​


La actriz Estefanía Piñeres, protagonista de 'Malta'.

¿Cómo fue el proceso de construcción del personaje de Mariana junto a Estefanía Piñeres?

Trabajamos mucho, ella leyó el guion y empezamos a entender al personaje, no solo en lo que estaba escrito, sino desde su pasado. Hablamos mucho de dónde venían sus heridas, sus rabias o culpas; cómo había sido su relación con sus hermanos, cómo había sido crecer en esta familia, con esta madre, que está presente, pero que en muchos sentidos está también ausente. También recreamos ese pasado, porque en los ensayos hicimos escenas de cosas que no aparecen en la película; cronológicamente la historia abarca un periodo de la vida Mariana, pero nosotros nos íbamos atrás y creábamos situaciones que pudieran nutrir la relación de ellas dos.

Por ejemplo, hicimos una improvisación alrededor de la primera noche que Mariana no llega a la casa y su mamá la espera. También hicimos otras situaciones familiares, como una Navidad. Todas esas situaciones iban alimentando la historia e iban alimentando emocionalmente los personajes que construían Estefanía y Patricia, quienes, para el momento del rodaje, sentían esa carga.

¿Qué significa para usted esa relación madre e hija?

Es el corazón de la historia, sin duda, pero a ese corazón yo no llegué sino después de muchas versiones del guion. No sé cuántas versiones tuve hasta el momento del rodaje, pero siempre volvía al guion a buscar qué era lo esencial para contar, porque yo creo que en el proceso creativo uno no es del todo consciente de todo lo que quiere contar al inicio. Uno lo va encontrando, va llegando al corazón de los personajes, de la historia y de lo que es importante o no.

En esas lecturas, con la asesoría de María Camila Arias, fui llegando a esa relación madre e hija de una manera más directa, porque antes había muchos más personajes, muchas más situaciones, y fui limpiando la historia hasta llegar a ese corazón y a la herida inicial, que es lo esencial. Y una vez terminado el guion, cuando empecé a trabajar con Patricia y con Estefanía, encontré más cosas ahí, elementos más profundos y transversales que me decían que incluso se podía ir más allá de lo que estaba en guion.


Natalia Santa debutó en Cannes con 'La defensa del dragón' en 2017.

Mariana es un personaje que siempre está mirando hacia afuera, desde ver los mapas de otras ciudades hasta tratar de enten​der otras lenguas. Es casi una forma de escape…

Mariana es una chica que está escapando todo el tiempo, que tiene un plan, es bastante sistemática. En la primera lectura del personaje, puede parecer dispersa o perdida en el mundo, pero tiene una claridad y es que quiere huir, todavía no sabe muy bien de qué y, al final de la película, lo entiende. Lo que ella sabe es que se quiere ir, se quiere ir de sí misma y de su lugar geográfico, y crea un montón de mecanismos. Por ejemplo, siempre que llega a la casa de uno de sus amantes, está observando esos espacios, imaginando su vida ahí; esa es una forma de evadirse de su propia casa, en donde se siente incómoda y siente que no tiene un espacio real.

Hay muchas formas de evasión, la de la madre es el alcohol, la de su hermano es sencillamente desaparecer, que fue la misma de su padre, y en el caso de ella, su forma de evasión es que no está ocupando su casa y que su mente también esté afuera. Por eso el interés de estar conociendo personas con las que además no quiere tener lazos fuertes, pero Gabriel llega para obligarla a verse un poco a sí misma, la quiere conocer, le hace preguntas…

​En la película, el humor aparece muy dosificado, especialmente con el personaje Gabriel. Es un elemento vital, aunque muy sutil…

Para mí es muy importante el humor, no solo como una válvula de escape, sino porque creo que en el humor podemos también reconocernos, es una forma de asumir quienes somos y de vernos de manera honesta, pero desde un lugar benévolo. El humor es una de las cosas que más disfruto en mi vida cotidiana, soy súper fanática de Seinfeld, me gustan Saturday Night Live y también el humor bobo. Me gusta Gabriel en ese sentido, con ese humor un poco torpe que le trae luz a la historia. Para mí siempre fue importante jugar con eso, con la ironía, con el doble sentido y con el cinismo que Mariana tiene a veces. 

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