Por Gabriela Herrera
Han pasado 34 años desde que Omar Pérez vio por primera vez ese edificio de techo de bahareque con tejas de barro donde estaba el que sería su taller de plomería. Como si hubiera sucedido ayer, recuerda con precisión el tiempo que le tomaba atravesar el Hospital San Juan de Dios cada día para llegar a las ocho en punto a firmar su asistencia: siete minutos. Caminar seis cuadras al fondo, ver la Torre Central a su derecha hasta llegar a la cancha de microfútbol, el punto de encuentro después de almuerzo, donde médicos, estudiantes y hasta el mismo cura se reunían sin falta para el partido de micro diario. En ese lugar donde Pérez y tantos otros trabajaron –y cantaron cientos de goles–, se escribe hoy un nuevo capítulo en el proyecto de recuperación y reapertura del hospital San Juan de Dios: la entrega de las obras del edificio Mantenimiento, ese que tantos recuerdos les traen a Pérez y a sus compañeros.
Este edificio ha sido testigo de la transformación del Hospital desde las primeras décadas del siglo XX. Antes de ser el lugar de trabajo de Pérez y los operarios de mantenimiento, fue el departamento de Lavandería y costura, inaugurado en 1926. Y antes de eso albergó caballerizas y garajes. Ahora, tras un periodo de obras de restauración, reforzamiento estructural y adecuación está listo para la siguiente fase: en el futuro se espera que acoja el Centro Nacional de Simulación para la Formación en Salud, el cual permitirá realizar experiencias de formación en salud previas al contacto con pacientes, como se hace hoy en todo el mundo.
Mantenimiento fue construido entre 1922 y 1926 como resultado de la licitación otorgada al arquitecto Pablo de la Cruz para la construcción del Hospital. Entre este y el edificio de cocinas, que se conoce hoy en día como Siberia, existía un jardín con árboles que fue borrado por la cancha de micro fútbol. Estos espacios naturales estaban en el plan original y señalaban un sendero que conectaba este eje junto al edificio Inmunológico.
En sus primeros años, las Hermanas de la Presentación hacían allí labores de lavandería, planchado, desinfección de prendas y mantenimiento del mobiliario. En un artículo del diario EL TIEMPO fechado el 7 de febrero de 1926, un periodista visita el recién inaugurado hospital y hace una detallada descripción de este espacio. El relato explica que el departamento de Lavandería era una moderna instalación de la casa American Laundry Co. en un salón principal con una capacidad de cinco mil prendas diarias. En otro salón contiguo, pero más pequeño, se ubicaban las calderas. En el medio, había un autoclave, un recipiente de presión metálico que servía para la esterilización por vapor a altas temperaturas. En el costado norte del salón, este artefacto atravesaba el muro que trasladaba la ropa sucia ya desinfectada a la zona de lavados. En el centro había una hélice para secar la ropa. También hace una detallada descripción del segundo piso donde se ubicaba la zona de costura.
Archivo Hermanas de la Presentación 1935-1945
De acuerdo con el libro Historia del Hospital San Juan de Dios del IDPC, la inauguración del departamento de Lavandería y Costura, y el edificio de Cocina –Siberia– atrajo la atención de los visitantes durante la entrada en funcionamiento del conjunto hospitalario. “La presencia de maquinaria y mobiliario importados para el propósito fueron vistos por primera vez en el hospital y en el país", señala. Así, en el plan original, este departamento se pensó como un espacio de soporte y abastecimiento conectado a todo el Hospital.
Sin embargo, con la construcción del edificio Central en los años cincuenta, conocido popularmente como Torre Central, la visión de la arquitectura hospitalaria impulsó la idea de los edificios autosuficientes. Esto implicó que en cada piso de la Torre se integraron servicios tanto de cocina como de lavandería y ya no era necesario designar un edificio exclusivo para esta labor.
En ese panorama, el edificio Mantenimiento se convirtió en el almacén general y el hogar de los talleres donde se alojaban los técnicos que sostenían operativamente el Hospital. Muchos de estos trabajadores todavía recuerdan con afecto su paso por el San Juan y lo describen como la escuela que los formó para siempre.
El departamento de mantenimiento
Bajo una fachada de ladrillos y pisos esmaltados, en el recién restaurado edificio Mantenimiento, el antiguo plomero Omar Pérez recuerda cómo era el interior del recinto en el que trabajó desde 1990 hasta su cierre. La primera oficina era la administrativa, donde permanecían el ex jefe de toda el área, don Jorge Boada, la secretaria Laura Beltrán y la arquitecta Angela Morales (Q.E.D.P). Pérez rememora con nostalgia la rutina: el jefe dirigía las órdenes de trabajo al personal y se repartían por todo el Hospital de acuerdo a sus responsabilidades.
El técnico electricista, Enrique Beltrán, recuerda tener que caminar por todo el hospital y ser testigo de lo que ocurría. Mientras ponía una extensión o arreglaba un cable, tenía acceso a todas partes. “Me acuerdo mucho de ver una cirugía de cráneo. Es impresionante. Al doctor le daban el taladro, martillo. Yo lo estaba viendo en la vitrina con los estudiantes", recuerda. Dice que le impresionaba mucho entrar a la Unidad de Cuidados Intensivos, pero lo más difícil eran los turnos de noche. “Había una sala de descanso para el que tuviera ese turno. Era estar pendiente del teléfono y uno sabía que si lo llamaban, solo podía ser de urgencias. Y enseguida tocaba correr y atravesar el hospital. Y en el camino uno se encontraba gente de todos los rincones de Colombia. Ese hospital era muy grande".
En el taller de electricidad, Enrique Beltrán permaneció desde los años 90. Dice que llegó al San Juan gracias a su esposa, quien trabajaba en el Instituto Materno Infantil. “Al principio tenía que pintar cosas y apoyar en lo que fuera. Pero luego, en electrónica, haciamos mantenimiento a equipos. Para nosotros, ese hospital fue una escuela. Uno entraba con poca experiencia y allá lo formaban", recuerda.
Todos estaban divididos en talleres. Después de la oficina principal, Beltrán señala que se podía encontrar el taller de ornamentación, donde se hacía el trabajo de soldaduras. Después llegaba a plomería, en el costado sur, donde estuvo Omar Pérez. “Nos rotábamos las funciones entre tres compañeros. Digamos, en la mañana nos tocaba trabajo preventivo en cirugía, es decir, revisión de duchas, lavamanos. Y en la tarde, hacíamos lo correctivo, o sea, reparar problemas en algún área".
Pérez recuerda que en su primer día de trabajo, en 1990, lo enviaron al área de reanimación y al ver mucha sangre, le produjo mucho impacto. “Yo nunca había visto tanta sangre. Pero después del San Juan, seguí trabajando en salud porque me gustó mucho trabajar por el bienestar de la gente". Pérez dice que casi siempre lo enviaban a Cirugía y Urgencias. “Teníamos que destapar lavamanos, arreglar tubos rotos, las duchas en cualquier lugar del hospital. Y uno se sorprendía de ver todo eso".
Una de las labores que más evoca de esos años es el trabajo en equipo para remodelar la Unidad de Cuidados Intensivos. “Esa fue una de las mejores obras del hospital y fue obra del grupo de Mantenimiento. Nos tomó unos cinco meses por allá en el 88 o 89". Durante esos años, también realizaron la Unidad de Diálisis, trabajos en el área de Radiología y una parte en Urgencias.
Después seguía el taller de carpintería, donde Carlos Tovar trabajó durante 19 años. “La jefe Angelita, la arquitecta, me llamaba y me decía: 'Carlos, hay que arreglar una chapa en el cuarto piso [de la Torre]. Ayudar a pintar. Fabricar algo. Así todo el día". Y agrega: “Por ejemplo, nosotros hicimos las divisiones en madera en los pisos de la Torre. De hecho, ahí, con esa máquina grandota que llamaban la planeadora, me corté este dedo", menciona Tovar, señalando su dedo anular de la mano derecha. “Nosotros podíamos ver todo. A mí me gustaba ir al edificio de rehabilitación con el doctor Zuleta. Era un salón amplio y ahí hacían los ejercicios de columna vertebral".
Carlos Tovar, ex carpintero del Hospital San Juan de Dios.
Pero uno de los lugares más emblemáticos fue el taller de vidrios de Jorge López. Él fue el único vidriero del Hospital San Juan de Dios, pero tenía dos asistentes que lo apoyaban en el trabajo. Cuando llegó, en 1984, ayudaba a sacar los equipos médicos para los talleres donde los arreglaban, aunque no era vidriero. Venía de ser camillero en el Hospital General de Villavicencio y se trasladó a Bogotá para buscar mejores oportunidades para sus hijos. “Entré gracias a unas primas enfermeras que trabajaban en el San Juan. Me dijeron que iba a estar en Mantenimiento un tiempo y luego me trasladaban. Pero no, a mí me gustó mucho estar ahí porque se aprendía siempre y era estar con todo el mundo, pacientes, jefes, enfermeras, médicos", explica.
López tenía conocimientos como vidriero pero nunca pensó en dedicarse a esto. Pero un día, en el Hospital, necesitaban un vidrio para meter la instrumentación de una cirugía. Era urgente. Regularmente le pedían a un negocio cercano que hiciera esos trabajos, pero ese día no fue posible. “Así que le dije al jefe que yo sabía cortar vidrios y podía instalarle la vitrina. De ahí nació para que yo pasara a ser jefe de vidrios. Me instalaron en mi taller, me compraron instrumentos, cortavidrios, metro, y pedían al por mayor por láminas de diferente calibre", señala.
Jorge López, vidriero del Hospital San Juan de Dios. Foto: Erick Morales
Si bien su esposa y sus primas estaban en enfermería, no tenía mucho tiempo para verlas, ya que permanecía con el equipo de Mantenimiento. “Cuando salíamos a las doce a almorzar, nos echábamos una jugadita de micro. No salíamos a la Torre, sino que jugábamos un ratico hasta la una. Yo creo que mantenimiento era una de las áreas más unidas del hospital", señala. Todos los trabajadores recuerdan con nostalgia las salidas a restaurantes en el barrio, sus reuniones a jugar tejo y sobre todo, los partidos de micro. “El último recuerdo que tengo con todos fue un asado que hicimos en el 2002", relata Pérez, de plomería.
A un lado de los talleres, por el sendero cercano a Salud Mental, quedaba el área del taller de prótesis y ortesis. “Lo más valioso era el trabajo de los técnicos que hacían las prótesis. Cuando se dañaban, se ingeniaban mil maneras de repararla. Había como un saber propio que se empezó a producir aquí en el hospital para trabajar en el campo de la ortopedia, fracturas, y otros", explica Manuel Vega, director del equipo de activación social del Hospital San Juan de Dios.
Enrique Vergara, ortopedista y ex alumno de la Universidad Nacional, recuerda que en su primer año, en 1985, tuvo que estar allí durante dos meses junto al doctor que dirigía el taller, el doctor Octavio Silva y la profesora Doris Valencia, su alumna y esposa. “En ese momento, había poca gente en el país entrenada en creación de prótesis. El doctor fue de los pocos y primeros y por eso fundó el taller de prótesis. Aquí tenían todo el material y por eso hacían de todo. Eso es difícil ahora", afirma.
Más allá de los talleres estaban los baños y enseguida el taller de José Sotelo, donde almacenaban los materiales de todas las áreas del Hospital. En el segundo piso, había repuestos de maquinaria biomédica para esterilizar tijeras, sierras para cortar huesos, entre otros objetos y demás aparatos de cirugía.
Img. 72 Vista oblicua del Inmueble de Lavandería y mecánica (Ed. Mantenimiento) Fuente Bogotá vuelo al pasado .IGAC-Villegas Editores 1967.
El último trabajo que Carlos Tovar realizó fue en Radiología, en la zona donde permanecía la resonancia magnética. Tuvo que ir a pintar y arreglar el espacio. Para Pérez, ex trabajador de plomería, el recuerdo es en una de las salas de cirugía. “Se tapó una tubería y nos tocó colocarla, ese fue mi último trabajo, si mal no estoy". López señala en dirección a una de las ventanas de la Torre Central, hoy resquebrajadas por el paso del tiempo. “Mi último trabajo fue arreglar uno de esos vidrios", asegura, “Trabajar aquí era una maravilla. Había mucha unión. Nada de discriminación porque usted era de mantenimeinto, lavandería, nada".
Hoy, la entrega del edificio Mantenimiento supone un hito en el proyecto de recuperación del Hospital San Juan de Dios. Desde el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes se preservan las memorias de este edificio a lo largo de sus 96 años de existencia y se resalta la labor de los incansables trabajadores que cuidaban el Hospital y que lograron, con su lucha, que sea un patrimonio de los y las colombianas.