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La cultura palenquera palpita desde la música hasta las trenzas

 Las expresiones y tradiciones propias de San Basilio de Palenque, patrimonio de la humanidad y de nuestro país, están en la búsqueda constante del bienestar de la comunidad.

17-07-2024
 
José Valdés Terán, conocido como Paíto, lidera el Sexteto Hijos de Benkos. Fotos: Alberto Sierra Restrepo

La costumbre dicta que, cuando nace un bebé, las parteras o los doctores o las doctoras que los reciben del vientre de su madre lo suspenden de sus pies y los palmean en la cola. Según la tradición, si el bebé no llora es porque nació enfermo.

Cuando José Valdés Terán nació, la partera lo recibió, lo suspendió y lo palmeó. Pero aquel bebé no lloró. “Yo lo que hice fue cantar", cuenta entre risas este palenquero, conocido artísticamente como Paíto.

Sentado en el muro de una de las coloridas casas de San Basilio de Palenque, Paíto resume con esa broma su conexión con la música, que ha estado presente en su familia desde su abuelo materno, que tocaba una marímbula de arco.

“Mi abuelo se metía una penquita en la boca, con una varillita golpeaba y de ahí sacaba muchos ritmos", recuerda Valdés, recortado sobre un fondo de un rosado encendido, en el que además está silueteada una pequeña formación de tamboras.

En este palenque, el primer pueblo libre de América Latina, la música no sólo está pintada en las fachadas, sino que está flotando permanentemente, susurrando en los oídos de quienes lo recorren.

Paíto, con ese canto que nació desde que abrió los ojos, lidera el Sexteto Hijos de Benkos. La instrumentación de la agrupación incluye una marímbula de cuerda, un par de bongos, una clave, maracas, guacharacas y la voz de Valdés.

SextetoEl Sexteto Hijos de Benkos tiene el formato instrumental del sexteto cubano, que incluye la marímbula de cuerda.

Es un formato musical que llegó hace casi cien años a San Basilio, gracias al arribo en 1928 de un grupo de cubanos para cortar caña en un ingenio azucarero.

Con su pronunciación rítmica, gracias a la que cada sílaba tiene su propio acento, Paíto cuenta que, en la hora de almuerzo, aquellos cubanos se reunían con los palenqueros para contar sus historias y exhibir su canto.

Cuenta la leyenda que los palenqueros se unieron a los cubanos.

“Ellos contaron cómo era que se tocaba la música en Cuba y les dieron el formato a los palenqueros, con la marímbula que era el instrumento más conocido para sexteto. Eso se quedó aquí en Palenque", añade Valdés.

Es un conocimiento que, al igual que otras expresiones culturales de este pueblo, se transmite de generación en generación. “Yo prácticamente no tengo enseñanza de escuela, no, no, no. Básicamente, todo lo que tengo yo es natural, por herencia", añade el cantante.

Para el historiador Alfonso Cassiani, palenquero como Paíto, otra de las cosas que los habitantes de San Basilio han aprendido de sus ancestros es adecuarse a cada momento, a cada circunstancia, a cada época e incluso a cada Gobierno de turno.

CassianiEl historiador Alfonso Cassiani nació en San Basilio de Palenque.

Según Cassiani, esa adecuación es una muestra de que la palenquera es una cultura viva, no estática, que está en permanente diálogo al interior de la comunidad, que toma de cada escenario los elementos que le convienen para fortalecerse y que ejerce resistencia contra aquellos que puedan ser dañinos.

“Esa cultura viva se representa en diferentes escenarios. Por ejemplo, el tambor, que era lo principal del lumbalú -nuestro rito funerario-, se unió a principios del siglo XX a la música de sexteto", añade el historiador.

Cassiani también asegura que esa adecuación de la cultura palenquera también se refleja en materia arquitectónica. Según él, son comunes los visitantes que llegan al Palenque y preguntan dónde están las casas de bareque, hechas con palma y boñiga de vaca. La respuesta es que se han reemplazado por materiales menos perecederos.

“Se conservan los espacios que caracterizan las viviendas de las familias palenqueras, que son los que nos enseñaron y nos legaron nuestros ancestros, aun cuando vayamos evolucionando por materiales de mayor durabilidad, de mayor resistencia a la temperatura o los embates del tiempo", explica Cassiani.

La huella de Benkos Biohó

Además de cantar, José Valdés Terán también aprendió a tocar el tambor y, de hecho, tiene una fábrica dedicada a este instrumento vital en la cultura palenquera. Entre sus correrías musicales, Paíto pasó por legendario Sexteto Tabalá, que primero tenía el nombre de Sexteto Habanero, y finalmente fundó su propio grupo.

El nombre de su sexteto es un tributo a Benkos Biohó, esclavo cimarrón, líder de la lucha antiesclavista y uno de los fundadores del Palenque de San Miguel Arcángel, antecesor del poblado de San Basilio de Palenque.

“Vaya y pregúntenle todo lo que quiera, que ahí él está esperando a todo el que llegue", dice Paíto sobre la estatua de Benkos Biohó.

Allá, en la Plaza Principal de San Basilio, está suspendido Biohó desde la cintura hasta la cabeza. Tiene la cara atrapada en un grito, su mano izquierda empuña el fragmento de una cadena y la derecha se eleva libre, aunque su antebrazo aún está ahogado por un grillete. 

BenkosLa estatua de Benkos Biohó está ubicada en la plaza principal de San Basilio de Palenque.

En la placa que acompaña la estatua se puede leer: Fundador de Palenque en el año 1603 – Asesinado el 16 de marzo de 1621 en Cartagena de Indias (el gobernador español García Girón ordenó su captura y su ejecución pública en Cartagena).

“Ese nombre significa muchas cosas para nosotros, ese hombre guerreó por nosotros para mantenernos aquí, cuando se fugó pasó por toda esa Ciénega para llegar hasta acá. Y nos dejó aquí y aquí estamos", reflexiona Paíto.

Para Alfonso Cassiani, Biohó es el gran padre del cimarronismo en Colombia, una lucha por la libertad que compartieron contemporáneos como Alonso de Illescas (Ecuador), Zumbi dos Palmares (Brasil), Gaspar Yanga (México) y Bayano y Felipillo (Panamá), entre otros.

“Al igual que Benkos hay que reconocer el segundo escenario: la irradiación de su pensamiento con Domingo Angola, con Nicolás de Santa Rosa, con Barule, con la Negra Agustina y con muchos otros y otras cimarronas que concretaron también el pensamiento libertario en palenques y en acciones de resistencia", agrega.

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Para el historiador, San Basilio de Palenque, que la Unesco inscribió en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, es un corazón de África en América y, por ende, sus habitantes se reconocen como herederos de una ancestralidad.

“Desde entonces y hasta hoy, nuestra vocación ha sido de paz. Por eso, nos hemos negado a ser parte de la guerra, por eso los actores armados no tienen a Palenque como uno de sus escenarios, y no es porque no les haya interesado, sino porque no les hemos permitido. No es parte de nuestra vocación ancestral", enfatiza el historiador.  

La tradición de los peinados

Recorriendo las calles destapadas y pedregosas de este palenque se pueden ver algunas coloridas fachadas que retratan a personajes de la comunidad. En una de ellas, una abuela peina las trenzas de una niña; la escena se complementa con dos frases (una en idioma palenquero y otra, en español):

Palenge sendá – posá pa to má jende príeto

Palenque es la casa de toda la gente negra

PalenqueEl palenque está poblado de murales que destacan sus tradiciones culturales.

En esta casa, cuya hospitalidad ha atravesado cuatro siglos, también es fundamental el arte de los peinados. Una de sus representantes es Elida Cañates Díaz, quien carga a su pequeña bebé mientras recuerda que se inició en esta tradición del trenzado desde muy niña, inspirada por sus tías, su mamá y su hermana.

“Es algo que va de generación en generación", cuenta Cañates, quien, tras soltarse una moña que recoge su pelo para combatir el calor, hace aparecer una esponjosa melena de mechones rizados.

Según ella, esta es una labor hecha por la mujer y también fue una de las estrategias con las que la comunidad de Palenque luchó por conseguir la libertad, pues en esos peinados solían recrear caminos, rutas y ubicaciones de tropas.

“También dentro del cabello guardábamos todos esos elementos que nos eran útiles, como semillas y pedazos de oro", explica Cañates.

ElianaElida Cañates Díaz​ tiene un emprendimiento de trenzados: La Reina del Congo.

Esta tradición, que también es una herencia africana, contribuyó al proceso de consolidación comunitaria, a ese trenzado de imaginarios, palabras e historias colectivas que se sigue tejiendo.

Cañates, por ejemplo, tiene un emprendimiento de trenzado que se llama La Reina del Congo y que tiene como objetivo recoger, fortalecer y transmitir los trenzados a las y los más pequeños.

Y no es solamente hacer trenzas, enfatiza, sino también inculcarles las historias y el conocimiento que hay detrás de cada peinado. En términos de técnica, Cañates usualmente hidrata previamente el cabello de su clienta y, una vez limpio, empieza a trenzar un estilo ya conocido o una creación nueva que nace por la inspiración del momento.

“Casi nunca trenzamos solas, tejemos entre varias. Estamos dialogando, conversando, compartiendo", añade.

La educación palenquera

Teresa Cassiani Herrera fue profesora durante 16 años en San Basilio de Palenque y una de sus principales luchas ha sido recuperar los valores y los conocimientos tradicionales de esta comunidad.

Fue así como empezó su labor con la etnoeducación, que desarrolló a inicios de la década de 1990 y que, de hecho, terminó haciendo parte del Capítulo VI de la Ley 70 de 1993. Esta normativa nació con el objetivo de reivindicar la garantía de los derechos territoriales, culturales y ambientales de las comunidades negras, afro, palenqueras y raizales.

Cassiani Herrera cuenta que ese trabajo se originó porque la comunidad palenquera empezó a reflexionar sobre el racismo y la discriminación que sufría y a preguntarse sobre la historia oficial que se estaba contando en aquel momento.

“Empezamos el proceso de etnoeducación a través de la música, de la danza, del teatro. Pero, también buscamos nuestra verdadera historia porque, a pesar de que éramos estudiantes de bachillerato, en los colegios no nos enseñaban sobre las luchas de los cimarrones y de los negros", asegura.

EtnoeducaciónTeresa Cassiani Herrera​ impulsó la metodología de la etnoeducación en San Basilio de Palenque.

La profesora cuenta que, gracias a la etnoeducación, en la comunidad se empezó a conocer mucho más sobre el continente africano y también se entendió que la lengua palenquera no era una lengua mal hablada, sino que simplemente era diferente al castellano.

“Cuando se da la Ley 70, los aportes que llevamos fueron precisamente la enseñanza de la filosofía propia, de la medicina tradicional, de todos esos elementos que aportamos desde el palenque de San Basilio", recuerda.

El historiador Alfonso Cassiani complementa que, en la década de 1980, esa lengua palenquera no se escribía. Hoy, en cambio, hay elementos pedagógicos sobre ella como diccionarios, cartillas y cuentos.

“Es decir, nuestra cultura cada día se adapta más para construir un bienestar colectivo para nuestra comunidad", explica Cassiani.

Y está tan viva que sus habitantes usualmente hablan en un presente continuo, así se estén refiriendo a las luchas de Benkos Biohó, a la llegada hace cien años de los músicos cubanos, a los peinados o a cómo su lengua debe convivir con las redes sociales. “De hecho, las tenemos que utilizar, pero para fortalecer nuestros valores, no para destruirlos", concluye la profesora Cassiani.​

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