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2015-04-30
 

Horacio Benavides y los niños: un taller literario para adivinar el mundo

 
 
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Tras publicar un libro con 100 adivinanzas de su autoría –Tapiz al revés ¿Dime quién es?- el poeta Horacio Benavides, realizó una antología que reúne 64 de ellas, las cuales conforman la novena entrega de la serie Leer es mi cuento: Ábrete grano pequeño.


​''Algunas personas del Ministerio de Cultura conocieron mi trabajo y creo que consideraron que debía compartirse  con niños y adultos, porque las adivinanzas son para todos. Existe interés en que cada vez sectores más amplios de nuestra sociedad lean y conozcan'', comenta el autor.

''Hay campañas que son hechas para sugerirle a la gente que lea porque es bueno, pero que considero no funcionan; distinto a cosas como las que hace el Ministerio de Cultura: poner a la gente en contacto con los textos”, puntualiza el poeta, quien recuerda cómo su propio interés por la lectura surgió a partir de escuchar adivinanzas y coplas contadas por campesinos del sur del Cauca. “Esa es una gran lección: poner en contacto al otro con lo que uno considera la mejor literatura por el simple gusto de escucharla o leerla''.

Luego de cursar estudios de pintura en el Instituto Departamental de Bellas Artes en Cali, Horacio Benavides (Bolívar, Cauca, 1949), ha sido profesor y coordinador de talleres de literatura. Actualmente dirige el Taller de Literatura con niños Viento Sur. Su obra La serena hierba fue galardonada con el Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura en 2013.

También ha publicado Orígenes (1979), Las cosas perdidas (1986), Agua de la orilla (1989), Sombra de agua (1994), La aldea desvelada (1998), Sin razón florecer (Premio Nacional de Poesía Instituto Distrital de Cultura de Bogotá, 2001), Todo lugar para el desencuentro (Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, 2005), De una a otra montaña Poesía reunida (2008), La serena hierba antología (2011). Ha publicado los libros de adivinanzas: Agua pasó por aquí (2004), Tapiz al revés ¿Dime quién es? (2014) y Ábrete grano pequeño (2015).

¿Recuerda cuándo comenzó a escribir adivinanzas?

Yo ya había escrito varios libros de poesía y mi trabajo con niños me llevó a escribir adivinanzas  porque a los niños les encantan. Si ellos no hubieran aparecido y no les interesara tanto seguramente nunca las habría escrito.

Cerca de​ Cali hay un corregimiento que se llama La Elvira, y como estuve haciendo un taller allí me puse a leer las adivinanzas escritas por estos chicos campesinos, y me encontré con que a una niña de cuarto de primaria se le ocurrió la siguiente: ¿Cuál es la rosa del camino? Y la respuesta era la piedra. ¡Me desorganizó la cabeza! Porque se requiere una gran sensibilidad para llegar a esa conclusión.

Había otra, escrita también por otra niña, que decía: ¿Qué es lo bello de la casa? Y contestaba: el jardín. ¡Qué hermosura!

Usted tiene un taller en el que trabaja con niños…

Se trata de un taller literario que tiene un tiempo ya largo. Se llama Viento Sur y la temática ha ido cambiando: hemos trabajado mitologías –se insiste en mitología griega, pero también hemos abordado la de los indios americanos y otros pueblos, además de la tradición popular europea –los Hermanos Grimm y también tradición nuestra.

Durante un tiempo me centré en el Tío Conejo, personaje que trajeron los españoles y que posiblemente tenga un origen oriental, muy remoto, pero que en Colombia se vuelve algo nuestro gracias a una serie de cuentos que inventa la gente aparte de gustar mucho a los niños por su humor y sencillez.

Y además trabajo las adivinanzas, a partir de una experiencia que desarrolle gracias a PROARTES en Cali con la participación de más de 60 colegios de todos los estratos, desde los más ricos hasta los que se encontraban en el Distrito de Aguablanca, que es uno de los sectores más pobres de la ciudad.

¿Qué tipo de adivinanzas eran esas?

Adivinanzas de diferentes culturas y de acá también, por lo que terminé escribiendo un libro, Guía para escribir una adivinanza (http://www.bibliotecanacional.gov.co/caja-herramientas/recurso/Guia-Adivinanza),  que publicó el Ministerio de Cultura, junto a otro que está a la espera de ser publicado y en el que hay grandes sorpresas.

¿Cómo se hace una adivinanza?

Yo debo confesar que no aplico mi método, porque además apareció luego de que hubiera escrito la mayoría de ellas, y la verdad es que al momento de componer una nueva adivinanza no apelo a procedimiento alguno: ellas van apareciendo.

Ahora bien, creo que no hubiera podido escribir adivinanzas si en mi niñez no hubieran estado presentes, porque además descubrí  que las personas que hacen coplas o décimas en nuestro país generalmente son campesinos y casi analfabetas y nunca cuentan las sílabas.

¿Cómo hacen? Era mi pregunta: ocurre que ellos han interiorizado y formado una matriz valiéndose de un oído que se va formando desde que son niños, gracias a una tradición que viene de sus padres y abuelos.

¿A partir de qué edad pueden comenzar los padres a leer estas adivinanzas con sus hijos?

Yo creo que se puede comenzar con niños muy pequeños que incluso estén en la cuna y todavía no hablen, porque ellos de alguna manera están escuchando. Seguramente no comprenden, pero eso hace parte de un aspecto que en ese momento es secundario, porque las adivinanzas tienen un sonido que es muy bonito para cualquiera que las escuche.

Yo espero que los abuelos sean quienes las lean y sobre todo recuerden porque muchos de ellos son del campo, por fortuna para todos quienes vivimos en las ciudades porque ellos todavía alcanzan a tener memoria de sus propias adivinanzas.

¿Hay alguna recomendación especial para la lectura de este libro?

Si alguien las va leer a otras personas primero tiene que haberlas leído, de manera que al hacerlo tenga presente no solo la respuesta sino cada uno de sus sonidos.

 
 
 Viento Sur

¿Cómo inició su interés por contar cuentos?

Yo fui maestro desde muy temprano –tendría unos 16 o 18 años- y desde esa época comencé a realizar un trabajo con los niños en diferentes colegios a partir de una serie de adaptaciones de textos literarios para teatro –recuerdo haber montado un cuento de Chéjov, por ejemplo-.

Siempre me gustó contar porque además durante mi niñez tuve la suerte de vivir un milagro: mi madre, una mujer campesina de sur del Cauca que solo cursó hasta tercero de primaria, se había aprendido de memoria fragmentos de la Biblia que me contaba, no para adoctrinarme o hacerme sentir miedo sino por el puro gusto de contar.

Tuve también la suerte de escuchar a algunos campesinos contar cuentos de miedo muy elaborados porque el hombre del campo no cuenta por contar sino que hay de por medio una experiencia.

¿Cómo está diseñado el taller Viento sur?

El taller de pronto comenzó a tener un carácter individual porque muchos niños tenían dificultades con la lectura y la escritura, de tal manera que la literatura me ayudó a llevarlos a tener otro tipo de relación con estas dos actividades de modo que comenzaran a sentir la alegría de leer luego de escucharla, para luego continuar con su camino.

La palabra taller, en este caso, significa participación de todos, de manera que tanto quien orienta como quien participa –en este caso niños con edades entre los 7 y 11 años- aporta en píe de igualdad, porque a los niños les encanta que el adulto también haga lo que propone a los demás.

Generalmente hay una primera parte en la que se conoce los textos que se van a trabajar, para luego comenzar a escribir o narrar.

¿Lee con los niños?

A mí me encanta narrar y leer, que son dos cosas distintas porque al narrar el texto ha sido interiorizado por la persona; cosa que ojalá hicieran todos los lectores, porque de lo contrario la realidad es que no hay ningún texto y su lectura queda en el aire.

Algo similar ocurre con la lectura de poemas en público, porque si uno está concentrado pueda dejar fluir su alma, pero si el poema no ha sido interiorizado su lectura sale mal. Además también hay que pensar en la calidad de los textos, hacer una selección de buenos cuentos o poemas.

¿De dónde surge su interés en trabajar con niños?

Los niños tienen fe y pueden creer con lo imposible: como yo creen en fantasmas, y además logran ir de lo consciente a lo inconsciente. De ahí su gusto por la literatura, tan parecido al de los escritores: los cuentos, la poesía y las adivinanzas; porque los escritores solemos interesarnos por temas similares: aquello que está oculto, el pasado, la luz.

Razones por las cuales el trabajo con los niños es tan bonito, porque si uno comienza a contarles algo –y ha escogido bien- ellos abren su alma para recibirlo, y porque además, de alguna forma logran revivir ese niño que hay en mí y que se puede estar perdiendo.


Juan Carlos Millán Guzmán
Periodista
Dirección de Artes,
Ministerio de Cultura
Tel. 3424100   Ext. 1504
Cel. 311 878 67 43

Fotos
Milton Ramírez 
Ministerio de Cultura


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