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2016-07-19

‘La Alegría’ de la biblioteca en Tolú

 
Fotos: Biblioteca Nacional
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 <div class="ExternalClassA4639473411348F6B0F8A41EDB1CBF13">En un territorio libre y bendecido por la pesca se asienta la biblioteca comunitaria La Alegría, ubicada en una vereda escondida en el municipio de Tolú, Sucre. </div>

“Playas El francés” es una vereda escondida de Tolú a la que se llega por la salida al Centro recreacional Camino Verde. Según cuentan los lugareños, hace muchos años un ciudadano francés se ahogó en la costa y desde ese día el lugar no ha tenido otro nombre.

Para alcanzar la Biblioteca Comunitaria La Alegría debe recorrerse un camino sin pavimentar al que acompañan los cambuches de una invasión en la que sobreviven varias familias. Muchos de los habitantes de la vereda son nativos que han vendido sus tierras a algunos colonos que, atraídos por las playas de arena fina, el sol y el mar, han llegado a este rincón en busca de tranquilidad. 

Este siempre ha sido un territorio libre y bendecido por la pesca. Cuentan sus habitantes que, aunque el Departamento padeció una época que prefieren no recordar en la que sucedieron enfrentamientos de grupos paramilitares que ejercieron su poder robando tierras y causando desplazamiento, muertes y desapariciones que en algunos casos aún están impunes, en Playas El Francés y el sector de La Alegría se vive una vida apacible. Allí la muerte siempre ha conseguido atraparlos por vejez o enfermedad, a pesar de la época de violencia que azotó los Montes de María.



Carmen Antonia Ozuna fue quien motivó la creación de la biblioteca comunitaria ubicada a orillas de este lugar paradisiaco. “La violencia no solo proviene de los grupos armados, sino también de la indiferencia y del poco liderazgo en las comunidades. No hay necesidad de soñar, sino de actuar”, dice Carmen, quien ha tomado la bandera de La Alegría para demostrar que con la voluntad todo se puede y que hay que creer que todo es posible. 
Esta pequeña mujer de ojos vivaces refleja entusiasmo y vigor. Mientras conversamos se para y mueve sus manos para transmitir credibilidad y certeza en lo que dice. Su trabajo ha sido constante, no ha desfallecido en su intención de capacitar a niños y jóvenes para que tengan un mejor futuro. Por esta razón, aprovechó la llegada de los colonos al lugar, quienes no solo trajeron a El Francés cabañas de lujo y centros recreacionales, sino que trajeron cajas llenas de libros de los mejores autores de la literatura universal. 

Y ocurrió lo que decía el escritor Francés André Gide: “Ante ciertos libros, uno se pregunta ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran". Así fue como Carmen se llenó de historias que contar: las amasaba y soltaba al calor de su hogar, en reuniones de vecinos, a orillas de la playa. Sus historias empezaron a tejer una red de niños y niñas que llegaban a escucharla. Al inicio eran cuentos infantiles, leyendas y mitos. Con el transcurrir de los días la casa empezó a llenarse de estudiantes que requerían su apoyo en tareas e investigaciones de diferentes áreas. 

De esta manera nació una pequeña biblioteca en el cuarto de su hija Yesenia. Con tablas y cajas armaron los estantes y organizaron los libros por colores y tamaños. Con la ayuda de sus hijos y otros jóvenes, la biblioteca fue tomando forma. Como llegaban más y más libros, se fueron apilando ante la escasez de estantes, más no de lectores. En las tardes, la casa se convirtió en punto de encuentro para leer e investigar. De voz en voz corrió el mensaje de que esta mujer contaba historias y compartía con chicos y grandes. 

Entonces la biblioteca comenzó a salir de la habitación a la terraza, de la terraza al patio y de allí a la playa. No hubo un día que se negara el servicio. La constancia incentivó la llegada de muchos padres y madres que se acercaron a acompañar a sus retoños a este espacio y así se contagiaban también del mundo de la lectura. Este lugar evitó que muchos niños de la vereda tuvieran que recorrer el largo camino a la biblioteca escolar ubicada a 30 minutos, a pie, que además representaba algunos peligros.

Con el tiempo, los habitantes de la vereda empezaron a solicitar los libros para llevárselos a sus casas, y así empezaron a circular sin que este servicio tuviera costo, gracias tan solo al afán y a las ganas de que la comunidad se empezara a empoderar y a enamorar de las historias y la lectura.



Con lágrimas en los ojos, Carmen Antonia recuerda que una vez fue invitada a una capacitación y le preguntaron qué libro había marcado su vida, “no pude controlar mi llanto y respondí que Tomás aprende a leer, un libro de Jo Ellen Bogar, porque un día después de cenar se lo leí a Roberto Vásquez, mi esposo que era analfabeto, y después de esto me dijo que quería aprender a leer y así lo hizo”. Como él, otros habitantes se animaron a aprender a leer y escribir, a terminar el bachillerato o a mejorar su formación académica, lo que permitió que el nivel académico de El Francés fuera más alto que el de la zona urbana. 

Impulso para crear la biblioteca
Irene Vasco, reconocida escritora de literatura infantil colombiana, y promotora de lectura, fue quien motivó a Carmen Antonia y a la comunidad a crear una biblioteca que hoy en día hace parte de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas y contribuye a aumentar los índices de lectura del país, objetivo del Gobierno nacional a través del Plan Nacional de Lectura y Escritura 'Leer es mi cuento'. Los colonos, algunas organizaciones sin ánimo de lucro y gente del interior del país hicieron donaciones para empezar la construcción. La comunidad puso su mano de obra; los habitantes, sin distinción de edad, colaboraron y así se construyó la biblioteca comunitaria. Esto implicó algunas dificultades, pero la gente no se amilanó, ayudaron y paulatinamente se logró el sueño que nació en una habitación de la vivienda de esta líder comunitaria.

Actualmente en la biblioteca no sólo reposan libros cargados de historias y conocimientos. Este también es el lugar de encuentro de la Asociación de Pescadores, quienes llegan todos los sábados, desde las 8 a.m. a compartir sus experiencias. En este lugar se respira y se siente alegría, y de ahí el nombre. Las señoras llegan a tejer, a disfrutar de la música, el teatro y otras actividades culturales como las visitas de autores y artistas de la región y de otras partes del país. Se celebran navidades y hasta cumpleaños de miembros de la comunidad. Las familias han aprendido que allí no solo se leen los códigos lingüísticos sino también la alegría.



La Biblioteca permanece abierta a la comunidad casi hasta las ocho de la noche diariamente. Si Carmen Antonia no está, los usuarios saben hacer buen uso del lugar, de los libros y los equipos. Nunca se ha perdido algo de la biblioteca. Es tan importante, que representa el bien común más apreciado por todos y el compromiso y los aportes de diferentes personas lo evidencian: el aseo lo realizan por turnos y el pago del servicio de internet se reúne en cuotas mensuales.  

Hoy, quince años después de su construcción, Elena, una joven que creció en medio de la biblioteca como lectora y usuaria, afirma que ser docente en una escuela de Cartagena se lo debe a todo el aprendizaje y la formación que recibió en La Alegría. “Esta meta de ser quien soy no hubiese sido posible sin la biblioteca y Carmen Antonia. Desde niña ayudé a otros a realizar sus tareas, allí nació mi vocación por estudiar Licenciatura en Pedagogía infantil y la de muchos más que hoy son profesionales. Hay días en los que me dan ganas de llorar por que no se deja de extrañar ese lugar”.

En el 2003 Carmen Antonia Ozuna recibió el galardón de colombiana ejemplar por su Biblioteca Pública Comunitaria e hizo parte de la sección Gente que le pone el alma de Caracol TV. Ahora, según la escritora Irene Vasco, no le queda tiempo suficiente para leerles a los niños. “A veces preocupa que haya olvidado su oficio de narradora y lectora para convertirse en asesora de tareas en línea”. Sin embargo, la líder afirma que aún sigue leyendo y narrando, pero no como antes por falta de tiempo ya que debe cumplir varios roles. “Lo importante es que sigo con todas las ganas de trabajar por mi comunidad, quiero que más gente venga y lea, que lleguen acá nuevos lectores y escritores que viajan por el mundo, para no apagar esta pasión que aún está encendida”.

Por Claudia Silgado Villadiego  
Promotora de Lectura Regional


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