Un tropel de niños entra corriendo al estudio, que tiene tres puestos de grabación, ningún vidrio y una vista amplia hacia las montañas que rodean Tibasosa, en Boyacá. Se apoyan sobre la mesa en donde grabarán su programa, El lazo de la diversión, que se emite todos los sábados al mediodía. Están en el segundo piso del Mirador Sonoro, una casa amplia, a medio fabricar, que sirve de hogar a la emisora desde hace más de tres años. Algunos toman notas, otros caminan de lado a lado, otro más gritan y Marilce Benítez, quien los coordina y es parte de Radio Semillas, intenta ponerlos en silencio y convencerlos de que ya es hora de grabar. Cuando ya comienzan a calmarse, de pronto uno de los niños, que está de espaldas a la ventana, se voltea y señala a lo lejos.
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