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En San José de Uré, las maestras tradicionales son guardianas de la tradición

 En el Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora, reconocemos el trabajo de este grupo de mujeres que son claves en la transmisión de los saberes y las costumbres de este municipio de Córdoba.

25-07-2024
 
Margarita Santos, Ana Judith Gómez, Georgina Jacobo, Ana Eloisa Sabino, Otilia Roche, Catalina Roche y María Etenilda Vides. Fotos: LeoQueen

​Ana Judith Gómez Trespalacios tenía una maestra en su casa. Era su mamá, una partera que picaba monte, sembraba, barequeaba, verseaba y bailaba. “Yo tengo un cuadro de ella allá en mi casa", dice Gómez sobre su mamá, a la que, según ella, le decían 'La reina de la tuna' por su talento para el baile y el canto.

“Lo único que no le aprendí fue la partería", añade Ana Judith, que, siguiendo esa estela de su madre, se convirtió en maestra tradicional de San José de Uré, el antiguo palenque que ahora es municipio en el departamento de Córdoba.

Así como Gómez Trespalacios, en San José de Uré hay otras mujeres que se dedican a las enseñanzas tradicionales gracias a la normatividad básica para etnoeducación que se estableció en el capítulo 3 de la Ley 115 de febrero 8 de 1994. A través de sus procesos pedagógicos, estas docentes aportan a la transmisión de los conocimientos y costumbres típicas de su pueblo.

AnajudithAna Judith Gómez Trespalacios aprendió de su mamá, a la que llamaban 'La reina de la tuna'.

“Pa' decirle una cosa, los viejos de antes no sabían escribir, pero sabían más cosas que uno. Así se lo digo", asegura, por su parte, Otilia Sabino, cuyas hermanas María Catalina y Edith también son maestras tradicionales.

Otilia, que tiene seis hijos, además de varios nietos y bisnietos, cuenta que se dedica a esta labor desde hace 30 años y lo hace porque le gusta enseñarles a los niños, que, según ella, siempre paran bolas en clase.

“Si es de bailarles, les bailo; si es de cantales, les canto", explica Sabino.

Para dar un ejemplo de la acogida de sus enseñanzas, Otilia cuenta que una de sus nietas, que vive en Medellín, cada año le pregunta cuándo son las danzas de los diablos para programar su viaje al pueblo.

Esta es justamente una de las tradiciones más importantes de San José Uré y se da en la fiesta del Corpus Christi, que celebra la presencia de Jesucristo en la eucaristía. Durante un fin de semana largo —este año fue entre el 31 de mayo y el 3 de junio—, bailadores vestidos de rojo recorren las calles al ritmo de un baile cantao con tunas, berroche, chandé y bullerengue.

Esos bailes y músicas son una herencia africana que prácticamente se ha mantenido intacta. “Nosotros no tenemos nada de afuera. Eso ya lo tenían los bisabuelos de nosotros e incluso después de que se murieron, eso fue quedando", explica Otilia sobre la tradición de esta danza.

OtiliaOtilia Sabino tiene dos hermanas, María Catalina y Edith​, que también son maestras tradicionales.

Educación transversal

Jackeline Vera Cárdenas, otra de las maestras tradicionales, trabaja en la Institución Etnoeducativa de San José de Uré. Lo que más disfruta de su trabajo es la parte de la lingüística, de la semántica y esas particularidades que definen los rasgos de cada pueblo y cada cultura.

“Ser maestra etnoeducadora es un poquito complejo, porque está el conocimiento que ordena la Ley 115, con todos sus criterios, y está la parte etnoeducativa que es la transversalidad que le damos en las áreas", añade.

Para ella, además de las danzas y la música, esa parte ancestral de sus enseñanzas también se refleja en la parte gastronómica, que sigue estando muy influenciada por la herencia africana. Además, resalta el trabajo en campos como las ciencias naturales y las matemáticas.

“Las matemáticas, por ejemplo, como aquí toda la vida hemos tenido la particularidad de la minería artesanal, entonces, ahí formulamos un problema: si un tomín de oro cuesta cincuenta mil pesos, ¿cuánta plata nos darían diez tomines de oro?", añade.   

Le puede interesar: San José de Uré volvió a danzar al ritmo de los diablos en el Corpus Christi

Vera Cárdenas añade que, usualmente, no puede alejarse del pueblo cuando se celebran fechas religiosas porque ella también hace parte del coro. “¿Yo cómo me voy a ir una Semana Santa? Queda la mesa sin una pata, queda coja", explica Jackeline.

Además del Corpus Christi, otra de las celebraciones claves es la de la tuna, que se realiza cada 19 de abril. Ese día, se cantan alabados en las misas que se realizan desde la 4 de la mañana hasta la 1 de la tarde.

De entre esos alabados, el preferido de Vera Cárdenas es Miedo en el monte, de Zully Murillo, que en una de sus estrofas dice:

Está grave la abuela

Vamo' a acompañarla

El canto del guaco nos está avisando

Que está agonizando

Versos en el aire​

Georgina"Este pueblo ha sido bastante inteligente", dijo la fallecida maestra Georgina Jacobo.

Georgina Jacobo, una maestra tradicional que falleció recientemente, decía que, a cualquiera que le tiren un verso en San José de Uré, contesta “al vuelo" con otro verso.

“Es que ninguno de nuestros ancestros tuvo profesores, maestros, pero aquí todo el mundo sabe cantar, tiene oído para bailar y las verseadoras son buenas en el baile. Este pueblo ha sido bastante inteligente", contaba Jacobo.

Además de las tradiciones de la música y del baile, Jacobo aseguró que ella y las otras maestras ancestrales también enseñan sobre la medicina tradicional. Esa fue otra herencia que les dejaron sus papás y sus abuelos, quienes les indicaban, por ejemplo, que plantas como la hierbabuena, el perejil, el cebollín y el orégano eran buenas para hacer baños.

Georgina fue una mujer de hacha y machete, que picó monte, plantó y sembró y alambró su propia parcela. Tenía, además, un galpón de pollos y una cochinera con marranas de producción.

La maestra solía preparar los platos tradicionales de este municipio, como arroz con coco, pescado sudado sofrito en coco, mondongo, gallinas rellenas o viudo de pescado rellena.

En cuanto a su trabajo pedagógico, Georgina decía que, cuando los niños quieren aprender —porque no falta al que no le guste—, las maestras tradicionales se ponen felices de enseñarles. De hecho, a su casa a cada tanto solían llegar niños para que les ayudara con la tarea.

“Tenemos semilleros para que no se pierda la tradición, porque un pueblo sin tradición es nada. ¿Cierto?", concluyó Georgina.​

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