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26-10-2023

Pasajeros: el grupo que hace de la música resistencia y herramienta de paz

Grupo Musical Pasajeros:
 
 
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 A un mes de haberse realizado el evento "Nos movemos por la vida", el pasado 27 de septiembre, contamos la historia de este grupo, uno de los que se presentó aquel día.

  • ​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​Fue fundado en los años 90, a sus miembros los detuvieron por rebelión y tuvieron que salir del país por amenazas. A un mes de haberse realizado el evento "Nos movemos por la vida", el pasado 27 de septiembre, contamos la historia de este grupo, uno de los que se presentó aquel día.

Bogotá, 27 de octubre de 2023 (@mincultura).  Las canciones del grupo musical Pasajeros no suenan en las grandes emisoras comerciales ni son de las más escuchadas en plataformas como Spotify, pero tienen una vida propia en otros circuitos. Las cantan, por ejemplo, en los barrios populares como Moravia, Manrique, Zamora o Aranjuez en Medellín, así como en la localidad de Ciudad Bolívar en el sur de Bogotá. También los indígenas del Cauca o los habitantes de los barrios Pio XII o Estrada en Manizales. Incluso hay grupos musicales independientes, como Canto Vital o MarES, que han grabado versiones de algunas de ellas.

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Todo eso se lo han ganado a pulso. Porque más que una trayectoria de 33 años haciendo música, Pasajeros representa una historia de resistencia en comunidad, de activismo social y político, y de trabajo en los barrios con las comunidades menos favorecidas. Por eso mismo, las vidas de algunos de sus miembros no han sido fáciles y han tenido que soportar la persecución judicial, la prisión injusta, las amenazas y hasta el exilio. Pero nada de eso ha evitado que sigan haciendo lo que saben hacer: cantar sobre el barrio y formar en sus semilleros a niños y jóvenes, dándoles opciones y herramientas para alejarse de la violencia.


“Nada por arte de magia, todo por arte de barrio”​​

Grupo musical Pasajeros - Trabajo en los barrios

La historia del grupo comenzó en 1991 de forma muy espontánea. Hernán Alonso Rúa recuerda que al inicio se reunía para tocar con su amigo Roland Higuita en la Universidad Nacional sede Medellín, mientras estudiaban agronomía e ingeniería agrícola. “Nos juntábamos a guitarrear en los bambús, en el parche y de repente en las salidas universitarias”, cuenta. En esa misma época Leonardo Rúa, su hermano, solía tocar música andina con otras personas.

“Un día unos amigos organizaron una noche de máscaras en Itagüí y nos dijeron que presentáramos algo, así que nos juntamos los tres y montamos cinco temas”, cuenta Hernán. Pensaron que era algo tan pasajero, que cuando les pidieron que dieran un nombre para llamarlos a tarima dijeron que el grupo se llamaba Pasajeros. No se imaginaban que era el inicio de una aventura que ya lleva tres décadas.

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Desde el inicio el grupo tuvo su identidad clara: hacían lo que se conoce como música protesta, con un gran contenido social. Sus influencias eran la llamada nueva trova latinoamericana, la música andina y el rock (“que en esa época era muy contestatario”, aclara Hernán). Eso los terminó juntando con el movimiento estudiantil y con el movimiento sindical, que en los noventa estaba en boga porque estaban cerrando muchas fábricas en Medellín. Así que los tres iban a tocar en las huelgas, las peñas estudiantiles o las movilizaciones y comenzaron a hacerse conocidos.

Su mayor proceso, sin embargo, fue barrial. Solían ir, desde la comuna 1 hasta la comuna 4, para compartir con la gente de los barrios populares de la ciudad: La esperanza, Zamora, Manrique, Aranjuez, Moravia, etc. Tocaban en los partidos de fútbol, compartían en los sancochos callejeros o los canelazos y, con el tiempo, comenzaron a ofrecer talleres de música a los más pequeños: les enseñaban a tocar guitarra, quena, charango y zampoña, a cantar, a ver teatro o cine, e incluso organizaban espacios de lectura. Todo gratis, en una época en la que la violencia del narcotráfico estaba desata en el país y en la ciudad.

Juan Camilo Castaño, uno de los integrantes actuales de Pasajeros, era un niño de los que asistía a los talleres en esa época. “Ellos llegaban con sus guitarras a donde no llegaba la institucionalidad cultural -recuerda-. Eso se convirtió en un semillero y muchos jóvenes empezamos a habitar el barrio con una perspectiva distinta. Yo me empecé a enamorar de la música mientras mis otros amigos estaban metidos en el microtráfico o en actividades derivadas de lo que era Medellín en esa época”.

Mientras tanto, el grupo seguía haciendo música (ya llevaban tres álbumes) y consolidaba su identidad: ya no era canción protesta, sino canción ‘propuesta’, porque cantaban no solo para protestar, sino para proponer y cambiar las cosas desde los barrios. Pronto, el trabajo comunitario se extendió a Manizales, Bogotá (estuvieron en Bosa y en Ciudad Bolívar), Barrancabermeja, Quibdó o al Cauca, con los indígenas paeces. Pero los tiempos se estaban poniendo difíciles. El conflicto se intensificaba, el paramilitarismo crecía y propuestas sociales como la de Pasajeros eran vistas con desconfianza.​

La prisión, la persecución y el exilio​​

Grupo musical Pasajeros - Protestas para liberarlos de prisión

En el año 2004, el Gobierno Nacional decidió poner un peaje cerca de Copacabana, Antioquia, y muchos habitantes de ese y otros municipios cercanos salieron a protestar descontentos. Los músicos de Pasajeros, que tenían su corazón y sus raíces en ese municipio, participaron en varias de las movilizaciones, que terminaron con unos acuerdos y una tregua.

Pero justo en medio de una peña cultural, que habían organizado en Copacabana a raíz de ese logro, el Comando Élite Antiterrorista (CEAT) ingresó al escenario y se llevó a los tres integrantes de Pasajeros, que en ese momento estaban cantando sobre el escenario. “Se desató un operativo inusitado, como de película, con militares de boinas verdes. Pensamos que venían a dañar el evento, cuando resultaron bajándonos a nosotros de la tarima y cogiéndonos presos”, recuerda Hernán.

Con el tiempo, los miembros de Pasajeros han reflexionado al respecto y creen que fueron afortunados de ser capturados en público, porque a muchos en esa misma época se los llevaban y los desaparecían. Ellos, por su parte, terminaron en la Cárcel Nacional de Bellavista, acusados injustamente de rebelión y con muchas pruebas fabricadas (que incluían testigos falsos y videos manipulados) en su contra.

Mientras afuera los jóvenes y líderes sociales que habían trabajado con ellos en los barrios, los semilleros y las comunidades protestaban, marchaban y pedían su liberación, dentro de la cárcel ellos continuaron con su labor social: organizaron talleres de canto, de instrumentos y de composición e incluso lograron llevar el Festival Internacional de Poesía de Medellín al centro penitenciario.

El caso, entonces, comenzó a despertar la solidaridad internacional y llegó a muchas ONG de derechos humanos y hasta a la Asamblea de las Naciones Unidas. Al final, las pruebas falsas se cayeron, los testigos se echaron para atrás y solo seis meses después de la detención arbitraria, un fallo de la Corte Constitucional ordenó liberar de inmediato a los miembros del grupo.

Pero la libertad no significó tranquilidad. Comenzaron a llegar panfletos, amenazas, ataques contra las casas de sus familiares y la presencia amenazante de hombres armados por las zonas en las que se movía el grupo.

Primero se trasladaron a Bogotá, pero la persecución continuó. “Era la época del nefasto DAS, había ocurrido el asesinato del profesor Alfredo Correa de Andréis, quien también había sido capturado injustamente, y las personas que sabían del tema nos dijeron que nos teníamos que ir del país”, recuerda Hernán.

Entonces, en 2005, vino el exilio: primero estuvieron en España, en donde incluso grabaron un disco nuevo, pero ante la amenaza constante, tuvieron que separarse. Uno se fue para Italia, otro a Cuba y los otros se dividieron en algunas ciudades españolas. Mientras tanto, en Colombia, los jóvenes que ellos habían formado en los barrios de Medellín, Bogotá y otras ciudades no estaban dispuestos a que su legado terminara así.

El regreso y la reivindicación​​​

Grupo musical Pasajeros - Reivindicación

Juan Camilo Castaño recuerda que el exilio de Pasajeros se sintió como un gran vacío. De un momento a otro dejaron de asistir a los barrios y a los talleres, como si todo el proceso hubiera sido arrancado de raíz. Él había logrado entrar a estudiar música a la universidad becado, gracias a los conocimientos que había adquirido en los procesos de formación del grupo, y no estaba dispuesto a dejar que la cosa acabara así. Por eso junto con otros compañeros asumieron la bandera, con algo de miedo por la situación difícil para los líderes sociales. Lo mismo pasó en Ciudad Bolívar, donde el semillero que Pasajeros había dejado se transformó en el grupo musical Canto Vital (nombre de una de sus primeras canciones).

El esfuerzo valió la pena, porque en 2013, cuando se empezó a hablar de avances en el proceso de paz con las FARC, algunos de los miembros originales del grupo comenzaron a volver. Primero fue Leonardo Rúa, luego David Zapata (que había entrado como baterista y productor) y finalmente Hernán, quien pensó que ya no había razones para temer.

El grupo se volvió a reunir con una nueva formación: Juan Camilo y otro músico del semillero se juntaron con algunos de los que habían regresado. A ellos se les sumó, además, Jorge Luis Ramírez, un director musical, formado en la academia, quien llegó a aportar desde el punto de vista de la calidad musical.

Tuvieron algunos conciertos y giras para celebrar sus 30 años y luego llegaron la pandemia y el estallido social. En ese momento, a mediados de 2021, los estudiantes, los sindicalistas, los indígenas y todos los sectores con los que Pasajeros había trabajado antes, salieron a las calles y alzaron su voz para reclamar un cambio.  Eso puso a Pasajeros en el centro nuevamente y vinieron más eventos en los barrios, un nuevo álbum y más música.

Pero la gran reivindicación fue en el concierto de Nos movemos por la vida, el pasado 27 de septiembre, al que asistieron como uno de los grupos invitados.

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Cuando los miembros de Pasajeros subieron a la tarima, los estaban esperando miembros de la guardia indígena. Les dijeron que los recordaban con cariño y que querían presentarlos. Luego, cuando salieron a cantar, cientos de indígenas alzaban sus bastones de mando, sus banderas y sus sombreros. En ese mismo momento estaban llegando los sindicalistas, los miembros de la UP y más organizaciones sociales, que aplaudieron a sus viejos amigos. "Fue un momento muy especial", dice Juan Camilo.

Lo más importante para él, sin embargo, es que a la par de los conciertos y la música, hayan vuelto el trabajo con las comunidades y los talleres de formación en los barrios. "Nosotros ahorita iniciamos un proyecto a largo plazo que se llama las Escuelas Itinerantes de Formación Artística para la Paz. Básicamente son escuelas que llevamos a los sitios donde es difícil llegar, a los barrios populares, para dar esos primeros pasos de legitimación de la paz total en la juventud, que es la más propensas a vivir los embates de la violencia. Queremos empezar a construir país desde ahí", explica.

Ellos ya demostraron que funciona. Con la música sacaron a varios niños de los ciclos de la violencia que se vivían en los barrios de Medellín durante los años 90 y también, a punta de guitarra, generaron treguas entre los patios enemigos de la Cárcel Nacional de Bellavista. Ahora quieren seguir adelante, porque saben que con el arte y la cultura pueden construir un país mejor y en paz.

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