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El legado de Rogelio Salmona que recibió medio millón de visitantes en 2023

 Recorrido por la Biblioteca Virgilio Barco, la más visitada de la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá, a propósito del lanzamiento del cuarto ciclo del Premio Latinoamericano de Arquitectura Rogelio Salmona.

29-02-2024
Biblioteca Virgilio Barco
 
La Biblioteca Pública Virgilio Barco fue declarada Bien de Interés Cultural Nacional en 2007.

El corazón de la Biblioteca Pública Virgilio Barco bombea con la sangre negra de la tinta de los más de cien mil ejemplares de su catálogo (uno de los más grandes de Bogotá). En su núcleo está la sala principal, que con su disposición circular recuerda a aquellas ágoras de la Antigua Grecia; es el espacio ideal para consagrarse a la experiencia trascendental de la lectura. 

Desde ese centro, en esa estructura circular de más de 16.000 metros cuadrados se empiezan a desprender otros espacios como salas de música, para la primera infancia, hemerotecas, auditorios, talleres, entre otros, que en el exterior están rodeados por zonas verdes y por esos espejos de agua que hechizan la vista. 

Inaugurada el 20 de diciembre de 2001, y declarada Bien de Interés Cultural Nacional en 2007, la biblioteca fue diseñada por Rogelio Salmona y es un ejemplo elocuente de una de las principales búsquedas de esta figura imprescindible de la arquitectura colombiana: generar la interacción entre entorno urbano y comunidad a través de espacios abiertos. 

La principal guardiana del legado del arquitecto colombiano, que nació en París en 1927 y falleció en Bogotá en 2007, es la Fundación Rogelio Salmona. El coordinador de la institución, Cristhian Sainea, recuerda que cuando a Salmona le preguntaron en una entrevista sobre cuál era el objetivo de la Biblioteca Virgilio Barco, su respuesta fue: “Es un espacio para leer, es un espacio para soñar”.

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Siguiendo esa línea, Salmona hizo, según Sainea, una composición arquitectónica en donde mezcla la tradición de ladrillo y las formas que lo caracterizan, que no se podían desligar del lugar donde se erigió esta construcción -un pulmón verde para la capital-.

“Todo eso nos lleva a una arquitectura que busca que la gente que la visite se apropie de ella, eso genera lo que se llama topofilia: el amor por los lugares. Entonces, la biblioteca es eso, una excusa para crear espacios públicos, para crear espacios para que la gente tenga esparcimiento y pueda soñar con una vida mucho mejor”, asegura Sainea sobre la Virgilio Barco, que además fue el escenario del lanzamiento del cuarto ciclo del Premio Latinoamericano de Arquitectura Rogelio Salmona - Espacios abiertos/Espacios colectivos, que reconoce obras de arquitectura con espacios abiertos que generen cambios sociales y urbanos positivos en su entorno.​

El corazón de la red de bibliotecas​

Desde hace tres años, Sergio Cárdenas es el coordinador de la Biblioteca Pública Virgilio Barco, que define no sólo como una joya de arquitectura, sino como el primer atractivo turístico en temas patrimoniales y públicos que pueden ver los visitantes que arriban a Bogotá por el aeropuerto El Dorado.

Biblioteca Virgilio BarcoEn sus más de 16.000 metros cuadrados, la Biblioteca tiene espacios como salas de música, para la primera infancia, hemerotecas, auditorios, talleres.

“Con su nacimiento hace 22 años también nació la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá.  Es además el eje central de toda la red de megabibliotecas, que marcaron una pauta muy importante del desarrollo social y son ejes articuladores de la comunidad”, asegura Cárdenas.

Además de ese aspecto comunitario y cultural, Cárdenas resalta que la Virgilio Barco es la biblioteca de la red que más visitas recibe. El año pasado, por ejemplo, medio millón de personas la recorrieron. 

La literatura por supuesto es fundamental en este espacio, cuya colección tiene disponibles libros, tabletas, libros digitales y material audiovisual, entre los que se destacan las publicaciones de la editorial Leer para la vida, colecciones enfocadas en arte y arquitectura, y libros de gran formato sobre bibliotecas del mundo.

Esto se complementa con una propuesta de actividades diarias que atienden todas las franjas de edad, desde la primera infancia hasta los adultos mayores.

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“La Red Distrital está muy fortalecida en eso de armar una programación cultural muy sólida, que es de relevancia, que es un referente no solo para otras redes de bibliotecas nacionales, sino a nivel Latinoamérica”, asegura Cárdenas. 

De esa ágora principal que es la sala de lectura, se desprenden otras especies de subágoras en las que se desarrollan una variedad de actividades, desde grados de colegios, pasando por encuentros nacionales de escritores hasta llegar a presentaciones teatrales. 

“Es un espacio que la gente necesitaba y que funcionan como una ágora integradora de las comunidades, del arte y de la cultura”, añade el coordinador de la biblioteca.

Entre las actividades más destacadas que organiza la biblioteca están la celebración del Año Nuevo Chino (febrero), el Festival Independiente de Cómic Colombiano (mayo) y la feria La Vuelta (diciembre), que reúne las nuevas propuestas del circuito de editoriales independientes del país.

Para leer y contemplar​

La Virgilio Barco marcó el camino y el desarrollo de las otras megabibliotecas de la Red Distrital de Bogotá: El Tunal – Gabriel García Márquez (sur), El Tintal - Manuel Zapata Olivella (occidente) y Julio Mario Santo Domingo (norte). Estas construcciones también se inspiraron en esa mezcla entre zonas verdes, espacios abiertos y sitios para la cultura y la lectura.

Biblioteca Virgilio BarcoLa Virgilio Barco sigue esa filosofía de Rogelio Salmona de generar interacción entre entorno urbano y comunidad a través de espacios abiertos.

“Acá también estamos rodeados de espacios apacibles para la contemplación, para solamente ponerse a observar y escuchar la naturaleza”, afirma Cárdenas.

Según Cristian Sainea, para Salmona esos espacios abiertos eran lugares para la democracia. De hecho, esa filosofía también impregna el Premio Latinoamericano de Arquitectura Rogelio Salmona, que reconoce las mejores prácticas de arquitectura en ciudades latinoamericanas y del Caribe que generen espacios públicos significativos y de convivencia para sus habitantes.

Hasta el 24 de abril de este año estarán abiertas las inscripciones para el cuarto ciclo del Premio, que destacará obras construidas o intervenidas entre 2000 y 2018 y estableció dos nuevas categorías: Latinoamérica y Colombia. 

El jurado de este ciclo del premio está compuesto por Carlos Campuzano (Colombia), Mauricio Rocha (México), Sol Camacho (Brasil – México), Nicolás Campodónico (Argentina), Carlos Jiménez (España – Colombia). La premiación se realizará el 26 de septiembre.

El coordinador de la fundación, que cuida el legado del arquitecto, recuerda que Salmona decía que la arquitectura era un hecho político en el sentido de que debe ser el escenario para que, desde sus espacios, la gente conviva y se dé una coexistencia. Esto se ejemplifica en la megabiblioteca que se inauguró en 2001.

“En el parque (Virgilio Barco) uno ve diferentes actividades, gente bailando, entrenando, celebrando cumpleaños, haciendo baby showers, y dentro de la biblioteca hay otras actividades mucho más pasivas (…) Toda esa arquitectura abierta está cargada de espacios simbólicos que van quedando en la memoria de las personas y se va incrementando esa topofilia y ese amor por la ciudad”, añade Sainea. 

La Virgilio Barco también hace parte del parque del mismo nombre y, además, está conectada con el parque Simón Bolívar mediante un puente peatonal, lo que genera una actividad vertiginosa, especialmente los fines de semana. Según Cárdenas, aparte de los usuarios que permanecen dentro de los espacios de la construcción, también existen aquellos que van y vienen, pero también utilizan los servicios de la biblioteca.

“Hay una especie de ritual de las familias de venir al parque, hacer el picnic o el almuerzo, y luego pasar a la biblioteca para sacar los libros de la semana (…) A los ocho días vuelven y retiran otros”, añade el coordinador de este espacio cultural. 

Esta versatilidad permite propuestas como la Huerta Bibliotecaria La Barco, que nació hace dos años y está compuesta por una serie de sesiones de agricultura que se combinan con laboratorios de creación, arte y literatura. 

“Tiene que ver con todos los aspectos del cuidado medioambiental. La gente siembra, cuida sus plantas, pero también construye sus huertas, desde lo que la biblioteca puede aportarles”, finaliza Cárdenas.

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