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Diez horas y media de un canto por la vida para hacer la paz con la naturaleza, el gran concierto de la COP16

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Así fue el concierto que tuvo en la tarima del estadio Pascual Guerrero, de Cali, a 11 agrupaciones de géneros muy distintos que unificaron su voz en defensa de la biodiversidad y la vida.

27-10-2024
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​​​​“La piel es pura geografía. El alma, en cambio, es un proyecto universal”, dijo Rubén Blades en su presentación. Foto: Lina Rozo​​

Por: Carlos Hernández Osorio

Un motete de Mozart, un punk bogotano, un alabao del Pacífico y una salsa de Rubén Blades, aparentemente destinados a coexistir solo en una lista variadita de Spotify, sonaron junto a muchos otros géneros este 26 de octubre en la misma tarima.

Fue en el estadio Pascual Guerrero, de Cali, durante las diez horas y media que duró el concierto 'Paz con la naturaleza. Un canto por la vida', que organizó el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes de Colombia como parte de la agenda cultural de la COP16.

Las 26.000 boletas que se entregaron gratis durante la primera semana de la COP, sobre todo el viernes y el sábado en las afueras del Pascual, se agotaron poco antes de que comenzara el concierto a las 3:00 de la tarde. “Regalado hasta un puño", dice tanta gente, pero en este caso ese regalo fue para muchos el cumplimiento de un sueño.

Como para Liliana Erazo, mujer de unos 50 años que desde el mediodía del sábado encabezaba una fila en una entrada del costado occidental del estadio, a la espera de que abrieran las puertas. Le había madrugado al concierto desde el viernes, cuando llegó a las afueras del Pascual a las 7:30 de la mañana. Esperó tres horas y media para asegurar la boleta que le permitiera ver por primera vez a Rubén Blades. Hasta ahora solo había visto al hermano, a Roberto Blades, el que canta Lágrimas y Si estuvieras conmigo. Pero ella lo sabe: el gran Blades es Rubén, y quería, por fin, estar ahí. “Vine con dos amigas. Compramos una botella de gaseosa y empanadas para estar aquí desde temprano", contó a las 2:00 de la tarde, vestida de shorts y zapatos bajos sin media, cuando esperaba al aire libre y los celulares marcaban 29 grados centígrados.

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Para el concierto se entregaron 26.000 boletas gratuitas. Foto: ​Lina Rozo


La música comenzó a las 3:00 de la tarde con el Cacerolazo Sinfónico, la agrupación de jóvenes de Cali que participaron en el estallido social de 2021. "Vamos a honrar a esos chicos de las barras que sueñan con ser músicos", dijeron antes de comenzar su intervención, que mezcló la batucada y el formato sinfónico para poner a sonar adaptaciones de El pibe de mi barrio, La quiero a morir, Latinoamérica y el himno de la Guardia indígena. Cerraron con 'Cali Pachanguero', mientras el público seguía entrando.

Y sonó Mozart. La Sinfónica Nacional, que había volado apenas esa mañana a Cali, inició su participación con el Jubilate Deo, del compositor austriaco. Vinieron el primer y el cuarto movimiento de la Sinfonía del Nuevo Mundo, del checo Antonín Dvorák; y, minutos después, el director de la orquesta, el argentino-israelí Yeruham Scharovsky, les preguntó a los asistentes si conocían lo que sonaría a continuación. “¡La pregunta sobra!”, respondió Sandra Ovidia Caravalí, una mujer afro que comenzó a bailar y a aplaudir al escuchar que de los violines salía La pollera colorá.

Sandra había llegado el martes desde Suárez, municipio del norte del Cauca, para asistir a la COP16. Sacó un espacio de su trabajo como panelera y de su activismo contra la represa de La Salvajina para venir a la cumbre sobre biodiversidad más importante del mundo. “Allá escuché que habría un concierto y vine con mi hermana. Conseguí la boleta ahí afuerita del estadio, con un señor que tenía muchas, le pedimos y nos dio", contó celebrando su buena suerte y pidiendo escuchar la voz de Andrea Echeverri, de Aterciopelados, la banda que le siguió a la Sinfónica.

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El grupo Herencia de Timbiquí fue el encargado del cierre del concierto. Foto: Lina Rozo


El activismo era un asistente lógico a un concierto que tenía en su nombre las expresiones “paz con la naturaleza" y “canto por la vida". Por eso no fue sorpresa, poco antes de las 8:00 de la noche, dar con Krisna Lila Vásquez, una licenciada en ciencias naturales que defiende los derechos de los animales y que se movía entre el público en silla de ruedas, impulsada por su prima Dalia, buscando una mejor ubicación.

—Ya que estudiaste ciencias naturales, y aprovechando que estamos en el concierto, ¿has hecho alguna reflexión sobre la relación entre naturaleza y música? —le preguntamos.

—La naturaleza inspira a los artistas —respondió.

Esa respuesta tan clara y sencilla es capaz de compendiar lo que se vivió anoche en el Pascual Guerrero. No hubo artista que se mostrara ajeno a esto de lo que todo el mundo vino a hablar a Cali en la COP: biodiversidad, naturaleza y la lucha por protegerlas y por el cuidado de la vida.
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El acto simbólico 'Del agua y de la tierra' también hizo parte del programa. Foto: LeoQueen


El mensaje estuvo en la adaptación que hizo el Cacerolazo Sinfónico de Latinoamérica: “Soy un pedazo de tierra que vale la pena". En la proyección de sonidos de aves que hizo Aterciopelados en una versión nueva de Rompecabezas. En el llamado de Nicolai Fella, vocalista de LosPetifFellas, “bésense, abrácense, que ya hay demasiadas guerras en el mundo". En la respuesta que les dio Jhon Jairo Cortés, de Plu con Pla, a los periodistas en la rueda de prensa posterior a su presentación: “El potencial de mi territorio es la marimba, los mayores, los ríos. Tenemos que mantener viva la naturaleza". En la danza wayúu del acto simbólico Del agua y de la tierra. En los agradecimientos de la chilena Ana Tijoux, “gracias por existir, compas, por seguir pensando este otro mundo, donde todos quepamos". En los manglares que proyectó la caucana Nidia Góngora mientras cantaba. En la canción Coca por coco, de Herencia de Timbiquí, “no hay hombres pescadores, sólo hombres pescados, que aparecen muertos por cualquier manglar".

Y, cómo no, en la presentación de Rubén Blades con Editus Ensamble, de Costa Rica, y Boca Livre, de Brasil, sobre las 10:30 de la noche, que arrancó con Primogenio, una canción que no hace parte de las más conocidas de su repertorio, pero que llevó uno de los mensajes más potentes del día: “La piel es pura geografía. El alma, en cambio, es un proyecto universal".

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Andrea Echeverri, durante la presentación de Aterciopelados. Foto: LeoQueen

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