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En Riosucio, Caldas, la Fundación Milenaria demuestra que las abejas son mucho más que miel

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Juana Osorio González, una de las fundadoras de este proceso, explica cómo se puede diversificar el trabajo de la meliponicultura para fomentar la agrobiodiversidad.

5-09-2024
Juan Abejas

​​​​Juana Osorio González es bióloga egresada de la Universidad de Caldas. ​​

La melipona nigrescens es una abeja que, hasta el momento, sólo ha sido reportada en Colombia -no hay informes oficiales ni una identificación taxonómica correspondiente de ella en otros países-. Esta especie habita en la macrocuenca comprendida entre la cara oriental de la cordillera occidental y en la cara oriental de la cordillera central.  ​ 

Justamente, en esa macrocuenca, está ubicado el municipio de Riosucio -noroccidente de Caldas-, en donde desde hace unos años la fundación Milenaria – Abejas y Ecosistemas acompaña procesos relacionados con la conservación de las abejas nativas y el fortalecimiento del trabajo con las abejas africanizadas.

La bióloga Juana Osorio González es una de las líderes de esta organización, que está articulada a la Red de Semillas Criollas y Nativas de Caldas y que tiene como logo a esa especie nativa colombiana: la melipona nigrescens. 

Osorio González cuenta que su interés por la meliponicultura (crianza de las abejas meliponas o abejas sin aguijón) y por las prácticas agroecológicas relacionadas nació cuando se empezó a enterar de la necesidad de la polinización abierta para el fomento de la agrobiodiversidad, especialmente de plantas que necesitan de la polinización cruzada para producir sus frutos y, en consecuencia, sus semillas. 

“Posteriormente, se fue formando un equipo para Milenaria, fuimos encontrando afinidad con otras personas y creamos este proyecto. Esto se complementa con un montón de saberes, pero, fundamentalmente, con la necesidad que tenemos en términos de polinización cruzada”, asegura González. 

milenaria abejas

Milenaria acompaña procesos relacionados con la conservación de las abejas nativas y el fortalecimiento del trabajo con las abejas africanizadas.


Milenaria propone entonces un trabajo holístico, que no sólo se queda en la idea generalizada de que las abejas únicamente producen miel, sino que tiene un catálogo con diversos productos, además de iniciativas pedagógicas y de ecoturismo. 

¿Cuáles son esas prácticas que no se están haciendo de una manera correcta en relación con la meliponicultura?

Como muchas otras prácticas productivas y agropecuarias, a veces creemos que los alimentos se producen por generación espontánea, simplemente aplicando un fertilizante. Eso no es verdad, producir alimentos requiere de mucha energía de la tierra, del sol, del agua, de un montón de ciclos ecológicos y de relaciones en los ecosistemas; entonces, ver de una manera más profunda e integral todo el proceso de producción de alimentos y también el mantenimiento de los ecosistemas nos ha hecho pensar en lo más profundo de la generación de estas formas de vida. 

Ahí entra la idea de que las abejas son mucho más que miel…

En nuestros espacios de formación empezamos con el ejemplo de que, cuando se googlea “abeja”, sale una foto de la africanizada, cuando en realidad existen más de 20 mil especies y, de ese número tan gigante, solo el 5 por ciento es social y, de ese cinco por ciento, solo hay una que es empleada en la apicultura, la apis mellifera. 

Entonces, pensar que las abejas son solo miel es negar su inmensa diversidad. Las abejas son sinónimo de polinización, son sinónimo de una función fundamental para la vida en general, de los bosques que son prístinos, de los que están en recuperación, de los rastrojos, de los cultivos, incluso de los pastos, pues hay algunos que necesitan de polinización cruzada para poder semillar. Ese pensamiento aislado y utilitarista de que las abejas son solo miel niega la funcionalidad no sólo ecológica, sino la cantidad de servicios ecosistémicos derivados de todas estas poblaciones y de estos individuos. 

¿Cómo es el trabajo de Milenaria para plasmar esa mirada holística sobre las abejas?

Somos muchas pequeñas organizaciones e iniciativas que estamos con ese mismo propósito. Desarrollamos ejercicios prácticos en los territorios en los que vivenciamos que las abejas dan muchísimo más que la miel, porque hay otros productos y otros servicios que podríamos deducir de la vida de las abejas. 

Hacer meliponicultura tiene muchísimos riesgos, puede ser un arma de doble filo. Por un lado, podría ser interesante para fortalecer procesos agroecológicos y agroecosistémicos. Pero, por otro lado, podría ser contraproducente para las mismas poblaciones de abejas y eso es lo que está pasando en una parte del país: pobladores de los territorios o incluso las modas citadinas están ejerciendo tanta presión sobre algunas poblaciones de abejas que están generando estragos en esas comunidades. 

Hace algunos días, una eminencia nacional en abejas nativas ponía en duda el beneficio de la meliponicultura, porque conservar abejas no es sólo tenerlas en cajones. Incluso, para conservarlas ni siquiera tendríamos que tenerlas en cajones; hay una serie de procesos, actividades y acciones directas y muy específicas para poder promover la vida de las abejas meliponinas y de otra cantidad de abejas que existen en nuestros territorios. 

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La fundación Milenaria tiene su sede en el municipio de Riosucio, en el noroccidente de Caldas. ​


Ustedes tienen su sede en Riosucio, noroccidente de Caldas, ¿cómo ha sido ese trabajo con la meliponicultura en el territorio? 

Cuando iniciamos este ejercicio con el territorio, con las personas, con las comunidades, con los pequeños grupos agropecuarios, nos dimos cuenta de que las abejas nos permitían un rango muy amplio de acción, nos permitían hacer educación ambiental con niños, con jóvenes e incluso con adultos. También nos permitían trabajar con gremios productivos, específicamente con los caficultores y los aguacateros. 

Y ganar ese terreno también es una conquista, porque cuando hablamos de abejas, hablamos de una incompatibilidad que hay de estos seres tan sensibles con ciertas sustancias. ¿Cómo podemos llegar no con el mismo discurso, sino con el ejemplo de vida y de la función ecológica de las abejas a todas las etapas productivas y a todas las edades? Para responder esa pregunta, nos dijimos que también podíamos hacer algo de turismo. Nosotros no somos guías turísticos, pero lo que tenemos es una experiencia que relaciona y que sorprenda a la gente, mostramos las abejas de una manera que la seduzca, que la sensibilice para que puedan, en su vida cotidiana, desarrollar una actividad o un proceso que cuide a esta población de animales. 

En esa línea, el catálogo de Milenaria es muy variado, incluso tienen productos como jabones…

Las abejas son una llave maestra, es decir, pueden abrir muchísimas puertas. Entonces, tratando de dar espacio y desarrollo a otro tipo de discursos y de prácticas, nos dimos cuenta de que podríamos hacer mucho más que educar y mostrar otros productos a la gente. Podemos hacer un jabón que tenga miel de abejas o propóleo para medicina, podemos avanzar en hacer una pomada con cera de abejas africanizadas o desarrollar una tintura madre con propóleo de abejas nativas.  ​

Incluso, desde Milenaria generamos algo de lo que estamos muy emocionados: la Guía de abejas meliponinas de Caldas. Es un trabajo que desarrollamos durante casi tres años andando por Caldas, junto a Corpocaldas, identificando y buscando las abejas meliponinas que tenemos en el departamento. Esto nos ha llevado a conocer un montón de estrategias y también de dificultades, porque no podemos negar que la fragmentación de los bosques, el avance de la frontera agrícola y un sinfín de situaciones está alterando la vida y los ecosistemas de estas poblaciones y de estos individuos. Es un mundo invisible al que le queremos dar muchísima visibilidad. 

¿Qué descubrieron con ese trabajo de la ‘Guía de abejas meliponinas de Caldas’?

En Caldas tenemos 38 especies de abejas meliponinas distribuidas en 16 géneros. Es muy especial, porque vamos a ser el primer departamento del país con una observación con el nivel de las especies que tenemos en el territorio. Esto sin desconocer que hay un montón de organizaciones que están en el mismo propósito. 

Más que estudiar para tener un libro como un trofeo, lo que queremos conocer es qué hay en los territorios, qué sirve y qué no para trabajar en meliponicultura, y cuáles son las estrategias que tenemos que generar para lograr la conservación de estas especies. 

¿Qué tan cierta es esta afirmación de que se están acabando las abejas?

Cuando damos una mirada rápida, vemos que los mayores reportes de muertes masivas, tanto en Colombia como en otros lugares del mundo, son de esa especie que ha sido sobreexplotada en términos de producción, la abeja africanizada. ¿Por qué muere tanto? Pues, muere al ritmo que se reproduce o que la reproducen de forma artificial. Un caso similar es lo que ha pasado en los cultivos de plátano y de banano en el país. Cuando llega una plaga, arrasa con todo, porque no hay heterogeneidad en ese paisaje. 

En el caso de la melipona nigrescens, es una especie endémica que está restringida a esta zona del país. Cuando estamos hablando de la fragmentación de estos bosques, estamos diciendo que sus poblaciones se están viendo cada vez más acorraladas o limitadas. Y es el mismo caso para un montón de especies que solo pueden vivir en ciertas condiciones medioambientales, tanto por condiciones bióticas como abióticas. 

Cada vez que se eliminan más bosques o cada vez que avanzamos en la fragmentación de estos ecosistemas, estamos perdiendo esa biodiversidad. ¿Cuántas abejas se han extinguido desde que se están estudiando? No lo sabemos con certeza. Entonces, es fundamental considerar que sí hay peligro para muchas especies y hay evidencia científica, pero para otras no. ​​

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