Más allá de una paleta de colores en la que refulgen tonos de amarillo, verde y rojo, la mesa de trabajo de Jaimer Galindo está dominada por los tonos ocres. Vienen de maderas y cáscaras que cualquiera podría considerar un desecho, pero que Galindo busca transformar en algo más.
En su mano izquierda, este artesano sostiene un círculo que construyó a partir de unas maderas que rescata de algunas ebanisterías de la zona, que suelen botarlas o quemarlas. Lo que pudo ser basura ahora es un pulido medallón que Galindo está adornando con la figura de una tortuga.
“Cuando estoy dando los talleres artísticos a mis alumnos yo les muestro cómo esto se puede transformar en obras de arte", dice Galindo, quien creó un emprendimiento que lleva el nombre de Arte Aborigen y, además, es maestro de artesanías y manualidades en la fundación El Totumo Encantado de Necoclí.
En la mesa en la que Galindo está estacionado en la calle del Pescador de este municipio antioqueño destacan algunas manualidades en madera como un llavero con el rostro de una guacamaya, esa ave que suele adornar los cielos de Necoclí, y una pequeña balsa que en su vela tiene dibujado un mar bañado por el atardecer.
Además de estas piezas, para Galindo un elemento fundamental en su trabajo son los totumos, tradicionales de la zona. Ya desde el período precolombino, las comunidades indígenas solían hacer recipientes artesanales con estos frutos.
En el caso del artesano, ese espíritu de trabajar con manualidades le viene desde muy niño, pues su abuelo, perteneciente a la etnia sinuana, también era un artesano.
Galindo trabaja con cáscaras naturales y fibras que son 100% naturales y amigables con el medio ambiente.
A lo anterior se suma su negativa a usar plásticos y otro tipo de materiales artificiales. Es por eso por lo que le gusta trabajar con cáscaras naturales y fibras que son 100% naturales y amigables con el medio ambiente.
A ese trabajo artesanal se sumó recientemente la faceta pedagógica, gracias a la fundación Totumo Encantado, cuya directora, Flor Cortés, invitó hace ocho años a Galindo a que se sumara a su equipo.
“Mi intención con los alumnos es sembrarles la idea de rescatar toda esa ancestralidad que nosotros teníamos y evitar estar comiendo en recipientes plásticos. Por eso, me enfoco mucho en el totumo y en el coco y, además, rescatamos las maderas que llegan a la playa para trabajar todo tipo de artesanías", asegura.
Según Galindo, cuando se le quita un totumo a uno de los árboles no se les hace daño porque, cuando este fruto llega a su madurez, cae y usualmente se pierde al pie del palo del árbol. “De hecho, se pudre muchas veces y no pasa nada porque es muy difícil que la semilla se reproduzca en esa parte", añade.
Para el artesano, esta labor es similar a la que realizan las abejas polinizadoras, pues cuando él agarra un totumo, además de trabajar la cáscara, le saca la pulpa y trata de siempre esparcirla en un sitio en donde puedan volver a nacer árboles.
Esparcidas por la mesa del emprendimiento de Galindo, hay varias formas y tamaños de totumos, que sirven como recipientes para bebidas o alimentos o incluso como cuencos para limpiar los pinceles con los que les da forma y color a sus obras.
“Una amiga que vino de Francia me pidió el favor de que le hiciera algo que ella pudiese cargar para no estar utilizando plástico, de ahí nació la idea de comenzar a trabajar con el totumo y el coco", recuerda Galindo sobre el inicio de este emprendimiento.
El artesano asegura que este material le da la posibilidad de producir una amplia variedad de elementos, como fruteros, cucharas y vasijas para cargar el agua. Es tal su capacidad de transformación y adaptación que Galindo está convencido de que se pueden elaborar todos los elementos de una cocina a partir de totumos.
“Lo único que no puedes hacer es cocinar en ellos, pero si se puede depositar frío y caliente... Nosotros convertimos lo que mucha gente consideraba basura en obras de arte", finaliza el artesano.