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La Torre Central: el corazón del San Juan de Dios

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Este edificio construido entre 1948 y 1952 tiene un valor patrimonial amparado legalmente que incluye dimensiones científicas, históricas y arquitectónicas. El proyecto de recuperación prevé que vuelva a ser el epicentro del Hospital San Juan de Dios.

28-08-2024
Torre central, san juan de dios

​​La Torre Central es un edificio cargado de patrimonialidad con valores culturales materiales e inmateriales que justifican su conservación y recuperación. Foto: Erick Morales. 

​​​​​​Por Manuel Vega y Adriana Uribe 

Bogotá, 29 de agosto de 2024 (@mincultura). El debate sobre el carácter patrimonial de la Torre Central del Hospital San Juan de Dios de Bogotá es complejo y ha causado discusiones y tensiones entre el gobierno central y la administración distrital en los últimos años. Las distintas posiciones sobre la necesidad o no de su demolición están ancladas en perspectivas diversas sobre el patrimonio, en interpretaciones particulares del Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP) y, sin lugar a duda, en posiciones políticas que es inevitable deslindar del campo de las decisiones técnicas.  

Quizás sea conveniente contribuir a este debate llamando la atención sobre los diversos elementos que hacen de la Torre Central un edificio cargado de patrimonialidad con valores culturales materiales e inmateriales que justifican su conservación y recuperación. Para ver estos aspectos es preciso desplegar una mirada integral del patrimonio que trascienda la preocupación estrictamente arquitectónica y ponga el acento en las relaciones entre lo material y lo inmaterial, pero también, que reconozca cómo los colectivos humanos, desde sus vivencias, memorias e identidades, le asignan importancia y sentido a lo que se considera patrimonio, sin que esto desconozca el papel y la pericia de los expertos.   

El primer punto para abordar esta conversación pendiente implica reconocer que la Torre expresa un momento crucial de transformación de la arquitectura hospitalaria no solo en Colombia sino en el mundo. El conjunto edilicio está atravesado por una división entre la arquitectura de los pabellones de estilo francés, concebidos a principios del siglo XX en el predio de La Hortua, y la Torre Central o “pabellón quirúrgico”, como se le denominó al comienzo, construida entre 1948 y 1952. A los primeros se les suele otorgar plena carta de patrimonialidad dada su antigüedad, su técnica constructiva y su belleza, mientras a la segunda se le considera, equívocamente, menos o francamente no patrimonial, quizás por su linaje contemporáneo y su carácter utilitario.  

Detrás de esta división se esconde el traslape entre el influjo de la medicina francesa y la estadounidense, de modo que la implantación de la Torre expresa una configuración hospitalaria específica. Se trata de una solución históricamente situada a la transición entre el modelo de los pabellones franceses y el de los edificios hospitalarios tipo monoblock estadounidenses. Esta transformación fue vivida en gran parte del mundo occidental, como sugieren los libros de Jeanne Kisacky,  Julie Willis –junto a Phipil Goad y Cameron Logan- y Pedro Iglesias (1) y sigue siendo objeto de discusión hoy, pues ella influye en la decisión presente sobre cuáles edificios conservar y cuáles no.  

Por eso, vale la pena seguir profundizando en el análisis sobre cómo la Torre encarna un momento tan significativo en la historia de la medicina. En la primera mitad del siglo XX la tradición de la medicina ecléctica francesa, que nutrió el desarrollo de la profesión en Colombia, le fue cediendo espacio a la medicina norteamericana, también conocida como medicina del hospital universitario. La disputa inicial entre los defensores de estos dos paradigmas se transformó poco a poco en un proceso de integración de ambos, dando lugar a un modelo biomédico que continuaría consolidándose en la segunda mitad del siglo XX. 

El “pabellón quirúrgico” y la medicina moderna 

Un elemento central de este proceso fue el Informe Flexner de 1910 (2), que propuso una crítica a la enseñanza médica en Estados Unidos e hizo un llamado a organizarla de una forma moderna, es decir, científica. Las principales recomendaciones de Flexner incidieron en las décadas siguientes en la formación médica en Colombia e incluían disponer el hospital como centro de formación del médico, lo que dio origen al “hospital universitario”, una institución que procuraba la integración arquitectónica de servicios por especialidades, formación con profesores de tiempo completo y laboratorios clínicos y de investigación. Ello contribuyó a la consolidación de la idea de un gran edificio monoblock, a modo de una fábrica de servicios de salud, formación e investigación en salud, que le hacía un guiño a la arquitectura del modelo fordista predominante en la segunda revolución industrial estadounidense. 

En el caso del San Juan de Dios este rico proceso, que tiene dimensiones científicas, sociales y culturales, se expresó en el surgimiento de un “pabellón quirúrgico”, como lo denominó la empresa Cuéllar Serrano Gómez, encargada de su diseño y construcción. Este pabellón concentró buena parte de la organización hospitalaria y obligó a reorganizar las funciones de los pabellones franceses, generando con ello una nueva articulación y funcionamiento del conjunto.  

Aunque el listado es muy largo, vale la pena mencionar algunos de los aportes científicos y técnicos producidos en este edificio y su indiscutible impacto en la medicina mundial, lo que repuja su importancia patrimonial. Allí tenemos la descripción del síndrome de hidrocefalia normotensa y el inicio de la válvula de Hakim en los años cincuenta, el inicio de la cirugía cardiovascular en Colombia a cargo del doctor Alfonso Bonilla Naar (1958), la construcción del esfínter faríngeo por el doctor Miguel Orticochea (1960), la primera revascularización de extremidades (mano-pierna) por el doctor Fernando Gómez Rivas (1963), el primer trasplante renal en Colombia de donante cadavérico por Enrique Carvajal y Fernando Gómez Rivas (1965), el primer trasplante renal por donante vivo por Helbert Escobar, Alberto Carreño y Andrés Rebollo (1965) y la bolsa de Bogotá por el doctor Borráez en 1984, entre otros más (3). Adicionalmente en la Torre Central se inauguró la primera Unidad de Cuidados Intensivos del País (UCI), se realizaron las primeras cirugías cardiovasculares y se originaron las primeras especialidades médico quirúrgicas e innovaciones en el campo de las urgencias y el trauma.  

La huella de Cuéllar Serrano Gómez 

A estos aportes científicos se suman los valores arquitectónicos y estructurales que encarnan la concepción de la arquitectura moderna colombiana, específicamente de la reconocida firma Cuéllar Serrano Gómez. Su importancia en la historia de la arquitectura del país radica en la gran cantidad de proyectos realizados en más de cincuenta años de trayectoria. Además, fue una firma pionera que tomó su modelo empresarial de influencia norteamericana para vincular y especializar los saberes de arquitectos e ingenieros, incluso antes de la fundación de la Facultad de Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia. De igual forma, en el campo de la arquitectura hospitalaria, Cuéllar Serrano Gómez fue la firma encargada de otros proyectos tan importantes como el Hospital San Carlos (1948), la Clínica de Maternidad David Restrepo (1948), el Hospital San Ignacio (1951), el edificio de la Clínica Marly de 1958 y la Clínica San Pedro Claver (1962) hoy Mederi.  

A diferencia de los demás proyectos hospitalarios, el San Juan de Dios implicó el reto adicional de insertarse en un contexto preexistente, en el cual era más relevante el planteamiento estilístico asumido por la firma para afianzar un lenguaje propio y construir una identidad en oposición al pasado. Aunque es indiscutible que la Torre hizo una cisura en el trazado del diseño original del hospital del arquitecto Pablo de la Cruz, también abrió una experiencia sui generis de integración de la función hospitalaria que entrañaría el valor profundo y la representación material de la integración de los paradigmas médicos y el surgimiento del modelo biomédico moderno en el país. Este modelo irradiaría la construcción de la medicina nacional inspirando la organización posterior de otros hospitales en todo el territorio nacional. Allí radica otro elemento significativo de su valor patrimonial.  

Otro de los elementos destacados de la Torre Central desde el punto de vista patrimonial tiene que ver con su sistema estructural, y específicamente, con el sistema de entrepisos. Este se hizo aplicando el sistema reticular una innovación importante que comenzaba a ser desarrollada por el ingeniero italiano Doménico Parma en Colombia y quien trabajaba dentro de la firma Cuéllar​ Serrano Gómez. Esta técnica luego fue perfeccionándose y se consolidó como el reticular celulado, conocido como RetCel.  La palabra “celulado” se refiere a la disposición de celdas o módulos interconectados que forman la estructura y que se aplicó en numerosas edificaciones en Colombia durante las décadas de los cincuenta y sesenta, representando la modernidad al combinar la libertad estética con la eficiencia de la ingeniería. Esta técnica, reconocida a nivel mundial e implementada también en Estados Unidos, se usó en más de 1.600 proyectos ejecutados en nueve países. De este modo, el Hospital es la expresión viva de un desarrollo de innovación y tecnología de la construcción que, si bien ya no se usa y está prohibido en la norma técnica vigente de sismo resistencia, dado el obvio progreso técnico en la construcción, marcó un hito significativo para la historia de la ingeniería y la arquitectura a nivel mundial.  

Así, el valor de la Torre en el campo de la ingeniería estructural es histórico más que funcional, y aunque en el debate actual este dato sobre la caducidad y prohibición del reticular celulado es usado como argumento para justificar la demolición, o bien para señalar los costos y problemas de su reforzamiento, no es posible soslayar la importancia de esta técnica gestada en Colombia y puesta a tono en el San Juan de Dios, en un momento específico del desarrollo de la ingeniería estructural en el siglo XX. Tampoco es posible ignorar las posibilidades reales de reforzamiento y rehabilitación, como se ha hecho en otros hospitales similares.   

Una escuela de salud  

En cuanto a las dinámicas sociales, científicas y culturales que tuvieron lugar en la Torre Central, es importante señalar cómo este edificio propició interacciones entre los diferentes actores de la vida hospitalaria. Estas pueden ser leídas a modo de prácticas culturales, con el peso de un sentido profundo de comunidad. Estas interacciones se producían en espacios formales e informales que fueron adquiriendo un valor único, reconocido luego por los profesionales del sector y por otras escuelas y entidades asistenciales del país.  

La Torre Central significó la producción de un espacio propicio para el desarrollo de la escuela del San Juan de Dios, es decir, un conjunto de nociones y prácticas para abordar la salud y la enfermedad, influidas por altos conocimientos científicos, interdisciplinariedad, sensibilidad social y humanismo. Así, más allá de la noción de integración funcional, que pretendía poner juntos todos los servicios en un solo lugar, se creó una interacción cotidiana muy fértil para la docencia, la investigación y asistencia, pero también se desarrollaron solidaridades y formas de trabajo mutuo con el fin de enfrentar todas las dificultades. Se trataba de una comunidad humana y profesional con su propia geografía dentro de los volúmenes de este edificio.  

En la Torre Central también se construyeron relaciones de apoyo y afecto entre pacientes, estudiantes y trabajadores, pero también se desarrollaron luchas sociales y procesos de acción colectiva en defensa del derecho a la salud, a la educación y a la vivienda (en relación con el barrio Policarpa). Al respecto es posible destacar la toma de 1975 y la propia lucha de los trabajadores a principios de los 2000 por la defensa del hospital y en pro de su declaratoria como patrimonio. No sobra recordar que esta lucha derivó justamente a la producción de la Ley 735 de 2002 que declaró el centro asistencial como monumento nacional.  

Entonces, aunque no lo parezca, estas luchas vienen a engrosar la lista de los valores patrimoniales del hospital que se han abordado hasta acá: ser expresión de un momento significativo de la historia de la medicina y de la arquitectura hospitalaria, constituir la evidencia de un momento singular de la arquitectura moderna del país, encarnar un hito de la ingeniería estructural, dar acogida a una escuela en salud y a dinámicas sui generis de conocimiento, ser el germen de dinámicas de acción colectiva para enfrentar la enfermedad y la cuestión social, y acoger luchas sociales por los derechos y por el patrimonio.  

Un Bien de Interés Cultural  

Una vez constatados varios elementos que dan cuenta indiscutible del carácter patrimonial de la Torre Central, es importante poner atención a los aspectos formales y normativos. La declaratoria como monumento nacional de la Ley 735 de 2002 cobija al Hospital San Juan de Dios e Instituto Materno Infantil, e implica que las infraestructuras al interior de ambos inmuebles, incluida evidentemente la Torre Central, ostentan la categoría de Bien de Interés Cultural (BIC) del ámbito nacional. Esto independientemente del nivel de intervención 1, 2 o 3 en los cuales se clasifiquen los edificios (artículos 9, 10 y 11 de la Resolución 0995 de 2016). Es preciso señalar que, para todos los efectos, estos niveles se refieren a los tipos de obras permitidos para cada uno de ellos y no a su condición de BIC. 

Por esta razón, el nivel 3 de conservación contextual, se asigna a los edificios del conjunto hospitalario que hicieron parte de un determinado momento en la evolución del hospital (artículo 11 de la Resolución 0995 de 2016). Estos,  

…sin mantener valores individuales patrimoniales de especial significación, cuentan aún con características representativas que contribuyen a la consolidación de la unidad de paisaje, del contexto rural o urbano o de un conjunto arquitectónico, que han perdido la legibilidad de su distribución arquitectónica pero que mantienen elementos compositivos del volumen, por lo que se requiere conservar su implantación predial, disposición de accesos, elementos de fachadas y geometría de cubierta, así como otros elementos de valor patrimonial que aún formen parte del edificio (artículo 2.4.1.1.4 del Decreto Único Reglamentario del Sector Cultura),  

Estos elementos suponen que, de acuerdo con el PEMP, la Torre Central tiene un valor patrimonial amparado legalmente que no es posible desconocer. El Artículo 2.4.1.2. del Decreto 1080 de 2015 establece los Criterios de Valoración y el Decreto 2358 de 2019 “por medio del cual se expide el Decreto Reglamentario Único del Sector Cultura” provee pautas generales que orientan y contribuyen a la atribución y definición de la significación cultural de un bien mueble o inmueble. Estas pautas incluyen elementos como la antigüedad, la autoría, la autenticidad, la constitución del bien, la forma, el estado de conservación, el contexto ambiental, el contexto urbano, el contexto físico y la representatividad y contextualización sociocultural. La valoración técnica que se ha hecho de la Torre incluye algunos de estos elementos, y si bien no todas las pautas tienen una representatividad en el caso de este edificio, el estudio integral del patrimonio permite dimensionar su importancia en múltiples aspectos culturales. 

    1. Kisacky, Jeanne. Rise of the Modern Hospital: An Architectural History of Health and Healing, 1870-1940 (English Edition). University of Pittsburgh Press. Edición de Kindle. 2017. Willis, Julie; Goad, Philip; Logan, Cameron. Architecture and the Modern Hospital: Nosokomeion to Hygeia (Routledge Research in Architecture) (English Edition) (p. 1). Taylor & Francis. Edición de Kindle. 2019. Iglesias Picazo, Pedro. La habitación del enfermo. Ciencia y arquitectura en los hospitales del Movimiento Moderno. Barcelona: Fundación Caja de Arquitectos. 2011. (p. 13) 
    2. Flexner A.  Medical Education in the United States and Canada: A Report To the Carnegie Foundation For the Advancement of Teaching. New York, NY, USA: The Carnegie Foundation for the Advancement of Teaching; 1910. ​

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