La mujer de mirada firme ahora tenía una mirada de rabia, de dolor, de angustia. Pero también una fuerza que no tenía cuando cocinaba, a puerta cerrada, en su hogar. Esa mujer no se quedó callada, inmóvil, no se volvió a encerrar. En cambio, salió a la calle con túnicas negras y ataúdes vacíos para conmemorar a las víctimas. Si la violencia se extendía, ella también lo hacía, abriendo más Casas de Mujeres en otros municipios (en Puerto Berrío, Yondó, San Pablo, Cantagallo, y otras poblaciones de Santander del Sur y del Sur de Bolívar), convocando a otras, haciendo crecer la vida en medio de la muerte. Aunque quisieron invadirla, callarla, inmovilizarla, ella nunca paró. “La Coordinadora Popular acordó montar ataúdes vacíos en la avenida del ferrocarril frente a la USO y nosotras, las mujeres de la OFP, sacamos las batas negras y nos pusimos alrededor de cada ataúd. La bata negra es el símbolo de la resistencia, del no rotundo a la muerte, y a la vez una reivindicación de la vida”, se lee en la página oficial de la organización.
El hombre de las botas le ordenó entregar las llaves de la casa, para desalojarlas y poner allí un centro de operaciones. Ella no entregó las llaves y de inmediato llamó para informar lo que pasaba. Al instante llegaron líderes de la OFP con representantes de la comunidad internacional y de otras organizaciones sociales de la ciudad. Los hombres tuvieron que irse. “Gracias a ese comedor sus hijos no aguantaron hambre. La Casa de la Mujer era también su casa, y como tal debía defenderla”, se lee en el libro.

Acto de inauguración al monumento de la Bata Negra.
Con la creación de las Casas de la Mujer, la organización ha rechazado la violencia de las Farc, el EPL, el ELN, la expansión paramilitar en el territorio. Ha reivindicado sus derechos a participar, a ser autónomas, a tener una voz en diversos escenarios. Son espacios físicos de encuentro, pero también nido, hogar, donde se reúnen alrededor del alimento a través de ollas comunitarias, talleres culturales y artísticos. Son refugios de una guerra que ha cambiado de décadas, de formas, de maneras de acechar, pero que sigue haciendo de Barrancabermeja uno de los lugares más violentos de Colombia. Son escuelas, donde enseñan a ser valientes en lo privado y en lo público.
Pero ese mismo año, en noviembre, los paramilitares insistieron. Y esta vez sí cumplieron su cometido. No se quedaron con la espinita de la negativa a entregar las llaves y ceder los espacios de la OFP, e invadieron la Casa del Norte. A la madrugada del 11 de noviembre de 2001 los hombres con armas destruyeron la casa, la quemaron, y desaparecieron sus escombros. De nuevo, una forma de decir: aquí estamos y aquí nos quedamos. Pero esa mujer, que es todas las mujeres de la organización, no paró. En cambio, se reunió con otras para decir: no estoy de acuerdo con lo que usted hace. Así, luego de la desaparición de la casa, 50.000 mujeres se movilizaron en la Plaza de Bolívar de Barrancabermeja.
Y al final: las piedras que suenan y un museo
Según el Observatorio de Derechos Humanos de la Organización Femenina y Popular, entre 1998 y 2016 se registraron 153 ataques o hechos violentos contra esta organización. “Entre ellos, 4 asesinatos a líderes, desplazamientos, persecución, violación, tortura, ataques al buen nombre y a la estructura política de la organización, un ataque a la emisora (que es la apuesta colectiva de en la actualidad) y a una de las sedes. Actualmente, la cifra ronda los 170 casos, aproximadamente”: dice Carlos Galván, líder de comunicaciones de la organización. El 78% de ellos se presentaron en Barrancabermeja y seguido San Pablo, Cantagallo, Puerto Wilches, Yondó y otros municipios.
La violencia vino a acechar como un fantasma que se rehúsa a dejar este mundo, el mundo de los vivos. Pero ella no dejó de luchar. Esa mujer que marchaba con otras, con miles, también usaba los símbolos para protestar. Porque si afuera había ruido ensordecedor, ella usaría la sutileza para protestar. En 2005, en el marco del Pare por la Vida, las piedras, que siempre han sido usadas en las manifestaciones para violentar, para golpear, esta vez sonaron por las calles, como si fueran un instrumento musical.
“Tenían una piedra en cada mano, y mientras caminaban, hacían sonar las piedras. La algarabía. Bulla constante. No hubo un minuto de silencio por cada mano sucia ahogando nuestros cuerpos. Por tu hijo. Por cada hijo”, cuenta una de las mujeres de la organización en el libro Vidas de historia, una memoria literaria de la OFP. Y continúa el relato en el libro:
-¿Y los paras, la policía, los militares?
-Quietos. Todos quietos. Les debía parecer raro.
-¿Las piedras?
-Las piedras. Que no se usaran para lanzarlas contra nadie.
Las piedras son un símbolo de la organización, como las llaves. ‘Negarse a entregar las llaves’ fue una estrategia para negarles sus casas y sus cuerpos a la guerra, a los hombres, a ese sistema que pretende entrar en nosotras, en nuestros espacios, sin pedir permiso o aprobación. No cerraron ni una Casa de la Mujer, ni un comedor; en cambio, crearon redes y salvaron vidas. Bajo la consigna ‘Es mejor ser con miedo que dejar de ser con miedo’, continuaron con sus actividades de construcción de paz y resistencia.
"En 2013, después de toda una época de resistencia muy ardua, muy dura, el Estado colombiano le ofrece a la organización la reparación colectiva, reconociendo que por acto y omisión hubo responsabilidad en los más de 160 actos victimizantes que tiene la OFP. Ahí comienza otra parte de nuestra historia, que llamamos la reconstrucción, y producto de ese proceso hoy tenemos también el museo”, comenta Kelly Campo, que es hija de una de las líderes de la organización y que desde pequeña ha estado en estas casas, viendo crecer, con ella, el poder femenino. Ahora, ella es la representante legal del museo.
Uno de los proyectos más importantes de la organización es la Casa Museo de la Memoria de Barrancabermeja. Esa mujer, que ya había marchado, denunciado, abierto casas de la mujer y de derechos humanos, pero que también había sido violentada, desplazada y amenazada, decidió abrir un museo en 2018 para recoger su memoria y no olvidar nunca lo que vieron sus ojos, para resignificar la historia de un territorio que sigue apabullado por la violencia.
Vino la pandemia y como a otros proyectos, el museo tuvo que pausar sus actividades. Reabrió oficialmente en 2021. El museo resguarda la memoria comunitaria de 52 años de lucha de las mujeres del Magdalena Medio y parte de Santander. Al entrar, podemos ver los símbolos con los que estas mujeres han dicho no queremos más guerra: las ollas, las máquinas de coser, la bandera y las batas negras, las llaves, los pitos, las piedras, y otros. Son más que objetos, son la manera en que estas mujeres cuentan una historia, su historia de lucha feminista, pero también la historia de un río, de unos muertos, de una economía que le quita todo a la tierra y no le devuelve nada. La historia de todos; porque la historia de Barrancabermeja es una historia que se repite en otros pueblos y municipios de Colombia incansablemente.
La Ruta de la Memoria, un plan pedagógico que busca reconocer los lugares donde ha habido violencia armada y de género, masacres y asesinatos, vino con la casa. La idea de la ruta es hablar de esos lugares y resignificarlos, transformarlos y reflexionar sobre cómo hacer las cosas de manera diferente, cómo lograr que donde antes hubo miedo, dolor, sangre, ahora haya vida. Después de 52 años de actividad, esa mujer sigue rechazando y denunciando la violencia, orientando, reclamando sus derechos y formando a otras.
Se distinguen tres áreas específicas de trabajo de la organización: el área de derechos cuenta con la Casa de los Derechos Humanos de las Mujeres, desde donde promueven acciones para promover los derechos de las víctimas de violencia estructural. Desde el área jurídica promueven acciones y hacen intervención para orientar a las mujeres víctimas. Y en la escuela de comunicaciones, destacan la labor de liderazgo de las mujeres de la región de una manera comunitaria. La apuesta más reciente es la Emisora Comunitaria La Mohana, donde buscan resaltar ese espíritu femenino de las aguas.
“Las mujeres tenemos una forma diferente de ver la vida, de nombrar la vida y la guerra, y de construir la paz en los territorios”, dice Kelly con una voz decidida y firme.
*Este proyecto, la Organización Femenina Popular (OFP), es uno de los tantos que forman parte del Pacto Cultural por la Vida y por la Paz, que firmamos el 9 de diciembre de 2023 en Barrancabermeja, en el que participaron 8 municipios del Magdalena Medio: Barrancabermeja, Arenal, Cantagallo, Morales, San Pablo, Santa Rosa del Sur y Simití y Yondó.