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Pijao: cuando vivir sin prisa es una apuesta cultural y en defensa del medioambiente

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El primer pueblo ‘slow’ de América Latina está en Colombia. El liderazgo de Mónica Flórez, una licenciada en comunicación, logró incluirlo en una red mundial de ciudades que se alejan de la producción en masa para promover el turismo sostenible.

20-09-2024
monica florez

​​​​​​​Mónica Flórez, la principal impulsora de la inclusión de Pijao, Quindío, en Cittaslow. Foto: Archivo particular.​​

Por Carlos Hernández Osorio

La quindiana Mónica Flórez migró de su pueblo y por 20 años conoció la velocidad de la vida en las ciudades, pero cuando volvió, sembró la semilla de un movimiento que promueve una vida sin prisa. La sembró en Pijao, el municipio cafetero donde nació y al que se encargó de poner en el mapa ―y en Google― como el primer pueblo slow (lento) de América Latina.

Su historia arrancó con una inquietud personal. Cuando regresó en 2006 a Pijao, después de haber vivido en Estados Unidos, Bogotá y Armenia, sintió la necesidad de ayudar a levantar un pueblo decaído como consecuencia de una ola de plagas que le habían caído a lo largo de una década: la próspera economía cafetera ya no era la misma de antes, el terremoto de Armenia en 1999 también había destruido parte del pueblo, y cundía el miedo luego de una toma guerrillera en 2001.

Pijao es un pueblo montañoso enclavado en la Cordillera Central, vistoso por su arquitectura colonial y uno de los 51 municipios del Paisaje Cultural Cafetero.

La salida que buscó Mónica para volver a darle un alto perfil estaba escrita en una combinación de italiano e inglés: cittaslow, una expresión que traduce “ciudad lenta” y que es el nombre de una red internacional de ciudades que buscan priorizar la calidad de vida de la gente.

La palabra “lento” es central en todo esto porque es la base de un movimiento más amplio conocido como ‘Slow Movement’ o ‘Movimiento slow’ o ‘Movimiento lento’. Uno de sus principales representantes en el mundo, el escritor canadiense Carl Honoré, lo define como una “revolución cultural” que va contra “la cultura de la celeridad y la inmediatez constante” de un mundo “adicto a la prisa, marinado en la velocidad, la estimulación constante, la distracción y la multitarea”.

El ‘Movimiento slow’ habla de comida lenta en contraposición a la comida rápida; de amor lento, de turismo lento. Cittaslow es una suerte de ramificación que nació en 1999 y ha tomado vuelo propio, con 301 ciudades de menos de 70.000 habitantes en su lista.

Para meter a Pijao, Mónica Flórez, que había arrancado una vida profesional como licenciada en Comunicación, viajó a una asamblea de Cittaslow en Italia y anotó los requisitos, entre los que están la creación de políticas públicas para promover las áreas verdes, el reciclaje, la movilidad alternativa, la protección de minorías, las técnicas tradicionales de trabajar la agricultura, la prohibición de alimentos transgénicos, entre otras.

Para cumplirlas, Mónica se puso como objetivo incentivar el turismo rural, y para eso comenzó a promover el rescate del patrimonio arquitectónico y una cultura cívica que iba desde cuidar el agua y manejar adecuadamente los residuos de casas y negocios, hasta bajar los niveles de ruido, un desafío mayúsculo en un pueblo donde los parlantes de las cantinas remecen las calles cada fin de semana.

Consiguió cooperación técnica de Canadá, apoyo del Sena y de voluntarios que se fueron sumando a su idea. “Trajimos una voluntaria de una organización española de turismo justo, que era alemana, pero hablaba muy bien español, y que nos capacitó en el tema de Cittaslow a 1.500 personas de bares, colegios, la Policía, el Ejército, el comercio, y se hacían compromisos”, explica Mónica. 

“También —agrega— hubo capacitaciones sobre el ruido y el manejo de huertas, y yo hice énfasis en el patrimonio arquitectónico porque la gente decía que eso eran ranchos viejos, que para qué invertían en eso; entonces empezamos a hablar del valor de las maderas, de los diseños, de la innovación de estas casas”.

Fueron ocho años de trabajo que en 2014 se vieron recompensados con la inclusión de Pijao en la lista de Cittaslow.

El alcalde en ese momento era Alberto Peña, que apoyó la apuesta de Mónica y recuerda que desde entonces se empezaron a abrir emprendimientos locales que promovían lo que él llama una filosofía de la tranquilidad. “Me atrevería a decir que el 90% de los hostales que hay en Pijao nacieron después del ingreso a la red”, dice, y rescata que se trata de negocios de personas que vivían en el pueblo o de otras que vivían por fuera y regresaron a montarlos, y concluye: “Esto ha favorecido el turismo, pero no el turismo de masas porque no es lo que buscamos”.

Esa es una idea del turismo con unas consecuencias muy específicas, pues los diferencia de otros pueblos que también son potencia turística, pero bajo una concepción masiva, como Salento. El guía César Casas, que recibe constantemente en Pijao a turistas extranjeros, lo resumen en que “este es un pueblo donde persiste mucho la gente nativa porque el turismo no los ha desplazado”.

Diez años después de la declaratoria, el resultado de Pijao como pueblo slow claramente no se mide en si la gente allí ahora se mueve a paso de tortuga. A Mónica, de hecho, no le gusta usar tanto el adjetivo “lento”, y prefiere hablar de vivir sin prisa. Lo explica así: “Lo que pretende el movimiento Cittaslow es no solo ir de manera más desacelerada; es que la gente tenga un valor sobre el tiempo en una sociedad que nos pone todo el tiempo a trabajar. No le damos valor a tomar un café, a conversar, a caminar, a escuchar. A muchos eso les suena elitista, pero en este pueblo, mientras digo esto, escucho a los niños jugar afuera y todavía podemos conseguir comida que cultivan campesinos”.

Esa cultura de la conservación que se incubó en el pueblo fue determinante, según Mónica, en otro hito de la historia reciente del pueblo: la consulta antiminera que se realizó en 2017, en la que el 97% de los votantes rechazaron la ejecución de proyectos mineros en el municipio. Para entonces, Pijao ya gozaba del reconocimiento de los turistas del mundo como pueblo slow, y en la campaña a la consulta esa marca fue clave para mover a la gente. “Una de las áreas en que se fija cittaslow es la conservación del paisaje”, explica ella, “y si la minería acaba con el paisaje, acaba con el turismo y con el agua; y si no hay agua, no hay alimentos”.

Hoy Mónica mantiene sus luchas, esta vez contra el monocultivo de aguacate hass en el pueblo ("nos obsesionamos con que tienen que llegar a la China”, critica), y al tiempo impulsa más allá de Pijao el turismo lento con la Red de viajes slow, una organización con otros pequeños empresarios del turismo que, como ella, promueven los viajes sostenibles. Y que tienen en su logo, cómo no, un oso perezoso.

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