Nat Nat lleva una manta azul turquesa, debajo de la rodilla, el pelo largo y en rollito, y unas gafas cuadradas. Es indígena wayuú y el 31 de marzo tomó un avión de La Guajira a Cartagena para asistir al FICCI 64, para reunirse con otros consejeros del Consejo Nacional de las Artes y la Cultura Cinematográfica (CNACC), y para ver cine. Viene de una sesión de siete horas y está cansada. Igual sonríe y me estrecha la mano alegremente.
Atardece en las murallas de Cartagena y el viento golpea fuerte. Las olas van creciendo conforme pasan las horas y chocan contra las rocas. Le digo que, si nos hacemos allí, en las murallas, pues la fila para entrar a la inauguración del FICCI es un gusano de más de dos cuadras y no hay espacio para estarse sentado y en silencio. Caminamos y nos sentamos frente al mar, con el poco sol que queda del día en la cara. Ella prefiere estar de pie.
A la pregunta de quién es ella, responde, con tono serio, “la pregunta existencial de mi vida”. Y se ríe. Dice que es una mujer indígena wayuú eirükü Ipuana, que es comunicadora social y que desde hace 25 años se dedica al fortalecimiento e implementación de la política pública de comunicaciones de los pueblos indígenas. También es productora audiovisual, gestora social y cultural, e investigadora.
Junto a otros comunicadores indígenas, ella lleva una lucha de más de dos décadas para defender la comunicación propia desde instancias como la Comisión Nacional de Comunicación de los Pueblos Indígenas (CONCIP) y la Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación de los Pueblos Indígenas (CLACPI). A finales de 2024 recibió una invitación a ser designada por la ministra de las Culturas para formar parte del consejo del CNACC y representar al Ministerio de las Culturas allí. En ese momento no había un consejero indígena, así que lo vio como una oportunidad para fortalecer sus procesos.
“Hace 20 años era muy difícil hablar de lo étnico en la televisión. Y Señal Colombia, en el año 2000, abrió una serie llamada ‘Interétnicas televisión’. Tenía componente indígena, afro y rrom. Creo que, en la historia del audiovisual, ha sido el primer producto que se ha construido entre tres pueblos étnicos. Hoy en día hemos ganado espacios de forma individual. Hay reconocidos directores indígena, afro, pero no hay una política que apertura el acceso a las creaciones de producción”, dice Nat Nat.
Para ella, estar en el CNACC significa incidir y lograr que dentro de las propuestas del consejo se tenga en cuenta el componente étnico y abrir más espacios para su comunidad. Sin embargo, aunque hay más posibilidades para los pueblos étnicos, son pocos los que se postulan. “Tenemos que hacer una tarea ardua: abrir espacios, el tema de formación en lo local, el componente de posgrados. El manual de buenas prácticas, la ruta de televisión indígena y el documento que hemos venido trabajando con la Dirección de Audiovisuales, Cine y Medios Interactivos, de pautas y recomendaciones para hacer contenidos audiovisuales de temática indígena, son algunos avances”, cuenta Nat Nat.
¿Por qué es necesario que los pueblos indígenas tengan una política pública de comunicación?, le pregunto. Y ella me mira como si fuera una cosa obvia. Me dice que desde que se empezó a hablar sobre la televisión indígena en Colombia, hace 20 años, las comunidades empezaron a ver la necesidad de hablar de la protección de los derechos de autor y del desarrollo de estas producciones en varios territorios indígenas.
Hoy en día es más usual que lleguen a hacer grabaciones, películas, comerciales, novelas, dice. “Pero la inquietud siempre ha sido que llegan, graban, recogen el conocimiento, y se van. Sin devolver nada a la comunidad. Y en ese aspecto hemos venido avanzando con el manual de buenas prácticas, y ahora con las pautas y recomendaciones, para que todos los medios y productores sepan cómo tratar la información y el conocimiento indígena al llegar al territorio. Colombia es el único país de Latinoamérica que tiene estas pautas”, comenta Nat Nat, con un tono de voz suave, pero firme, y un acento guajiro pausado y tranquilo.
Para ella, el cine tiene una gran responsabilidad, pues tiene un componente político. Es un medio para visibilizar la cultura indígena, su pensamiento y su sentir, así como la realidad en sus territorios.
Juan David Orozco

A Juan David se le mueve un mechón ondulado por su frente ancha. Viene del mismo consejo del CNACC con Nat Nat y se le ve menos cansado. Es delgado y sonríe como si le fuera a sacar una foto. Cuenta, allí mismo en el malecón, pero sentado de espaldas al mar, que es comunicador social y periodista de la Universidad de Antioquia. Ha sido reportero y ha trabajado en la televisión pública. Dice que cuando le dieron la oportunidad de hacer un programa dedicado al cine, le picó el bichito de la producción audiovisual y de la realización de documentales. Luego se fue a Barcelona y, al regresar, montó su empresa productora y de formación audiovisual. Ahora es docente y representante del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes en el CNACC.
“Lo que más me gusta ahora es ser profe. Es muy importante que se enseñe el audiovisual porque cada vez es más fácil que las personas tengan en sus manos una cámara. Entonces, cuando la herramienta está al alcance de todos, se hace más importante que haya una alfabetización en torno a ella. Como cuando estudiamos español así hablemos español. Porque una cosa es saberlo comunicar y otra cosa es tener todas las herramientas académicas o conceptuales para hacerlo de la mejor manera. Especialmente en las regiones, donde no hay tanto acceso y hay tantas historias por contar”, dice Juan David durante la inauguración del FICCI, que este año trae varias películas regionales y muestras de cine comunitario.
Me cuenta, emocionado, que el audiovisual es una herramienta poderosa para contar historias, transmitir mensajes y despertar sensaciones. Y, entre más personas tengan acceso, más democrático es el entorno y mayores posibilidades de desarrollo humanístico. Por eso, dice, la formación audiovisual es fundamental.
Ante los cines vacíos debido a la exacerbación de las plataformas de streaming y los nuevos hábitos de consumo audiovisual que imponen las redes sociales, Juan David dice que es fundamental que las políticas públicas se adapten a las nuevas dinámicas de consumo audiovisual, y no al revés. “No creo que haya bajado el consumo del cine, lo que ha variado es que, en esa multiplicidad de ventanas que hay hoy, sí se convierte en un reto lo que tradicionalmente como cine. Sin embargo, el cine elaborado con un criterio, de cuidado en las historias, de humanidad de los personajes, perdurará, pero los consumos seguirán cambiando. Y las políticas se tienen que acomodar y ajustar a lo que la gente tiene como hábitos de audiencia, y no al revés. El reto es ese: adaptarnos. Tenemos que responder a esa dinámica desde la academia y la industria”.
Esta mirada fresca y consciente de los cambios vertiginosos en el campo audiovisual permite que las políticas y procesos que se llevan a cabo en el CNACC también se refresquen. Su mirada, también, es optimista, pues cree que mientras que nos sigamos comunicando, nos sigamos contando, nos sigamos emocionando, cambiarán las formas, pero no el fondo. Coincide con Nat Nat en destacar la magia de la naturaleza del cine comunitario y de los barrios: una pantalla con luz tenue, íntima, el sonido envolvente del cine, estar rodeado de personas con las que vivimos una experiencia común de participar en un sueño que alguien creó, armó, produjo y distribuyó.
“Ese tiempo de conexión de las comunidades frente a historias que muchas veces representan su propia cotidianidad, a reflexionar sobre sus vivencias, a cuestionarse su relación con la naturaleza y otras comunidades, sus conflictos, permite mecanismos muy especiales de convivencia. Esa magia del cine se multiplica cuando hay procesos asociados a la reflexión sobre los contenidos, y eso da sentido a festivales como el FICCI y a un sinnúmero de festivales. El cine es un espejo de lo que somos. Y a veces, en Colombia, le hemos tenido miedo de mirarnos al espejo. El cine también sirve para eso”.