La autonomía económica de las mujeres implica reconocer su posibilidad de adueñarse de lo que tienen, disfrutar de sus bienes e ingresos, legitimar su labor como productoras de bienes materiales y simbólicos, resignificar su trabajo y lo que obtiene de él, tanto en dinero como en reconocimiento y poder social, y con ello cambiar la posición subjetiva que ocupan en la sociedad, la cultura, la política y la economía (Corporación Vamos Mujer, 2012, citada por Rodríguez Peña, 2019)
En esta medida, la autonomía económica implica la capacidad de generar ingresos propios ya sea a través del acceso a empleo o mediante emprendimiento y tomar decisiones sobre estos estos recursos.